Cambio de cuerpo (IV)

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Debido a que el relato era muy largo, lo separé en dos partes. Así que aquí les dejo un fragmento y la parte final de la historia la subo después.

 

Había pasado una semana desde que Josefa y yo habíamos cambiado de cuerpo. Cada uno trataba de adaptarse a la vida del otro sin que el resto sospechara, lo cual era muy difícil. En mi caso, tuve que decirle varias veces al novio de Josefa que no lo quería ver, no sólo porque no me interesaban los hombres, sino también porque Carla había dicho que trataba muy mal a Josefa.

Una noche, estaba solo en la casa cuando alguien llama a la puerta y al abrir me encuentro con Juan, el novio de Josefa que había ido a verla. Antes de que pudiera decir algo, él sólo se limitó a gritarme porque no le respondía los mensajes o evadía las citas que proponía.

-No sabes todo el tiempo que he estado con ganas de follar y tú ni me das bola -decía él- He tenido que pajearme para saciar mis deseos, pero ahora que vine hasta acá, es hora de que lo hagamos.

Lo siento -dije yo- No tengo ganas de tener sexo y mucho menos de hacerlo contigo. Eres un idiota que sólo me quiere para follar.

En ese momento, su rostro se puso serio, me agarró del brazo con fuerza y me dijo: -Mira putita, a mí nadie me dice que no, te lo voy a meter ahora o tendré que golpearte de nuevo.

- ¿De nuevo? O sea que este tipo ya la ha golpeado anteriormente -dije en mi mente y luego tiré de mi brazo para que lo soltara.

Todo esto sólo hizo que se enfadara más y de un empujón brusco me botó al suelo. Me estaba mareando, pero necesitaba estar consciente con este animal suelto en la casa. Cuando traté de levantarme, me agarró por detrás y me puso un trapo en la boca que hizo que me quedara profundamente dormido.

Al despertar, vi que estaba atado de manos a una cama en una habitación que nunca había visto. Juan estaba sentado en la cama y al mírame me dijo: -Que bueno que ya despertaste. No aguanto más.

Se bajó los pantalones y el bóxer y dejó ver su polla flácida. La empezó a tocar y se acercó a mi boca.

- ¡Aléjate de mí! -le grité- No te la voy a chupar. Saca esa verga apestosa de mi cara.

-Lo siento, cariño -dijo- Aquí las reglas las pongo yo. Además, deberías estar agradecida que te haya traído al motel. Nadie más se fijaría en una chica fea como tú.

La situación era tan desesperante que empezó a soltar unas lágrimas. Pasar tanto tiempo en el cuerpo de Josefa me había puesto sensible y saber además que la pobre tenía que aguantar todos los malos tratos de este canalla, me puso muy triste.

- ¡Vamos! Chúpala para que se me pare -me ordenó.

Antes de que se acerca más a mis labios, se oyó como un vidrio se quebraba en la habitación. Juan se asustó y se subió rápidamente los pantalones.

- ¡Maldita! Le avisaste a alguien que estábamos acá -me dijo- Ahora si que me las vas a pagar.

-Nadie me avisó -dijo alguien al otro lado de la puerta. Conozco este lugar porque siempre me traes aquí para abusar de mí, maldito animal.

- ¿Quién eres? ¿Cómo sabes eso? Es imposible, solo yo y Josefa conocemos este lugar.

-Porque la que está ahí contigo no es Josefa. Yo si soy tu verdadera Josy.

-No puede ser, tienes voz de hombre, no trates de engañarme.

-Abre la puerta y descúbrelo por ti mismo. Yo soy quien sabe cómo te gusta tener sexo.

Juan estaba confundido y se mostraba dudoso. Si bien no tenía fundamente lógico todo lo que nos ocurrió a mí y a Josefa, quien estaba detrás de la puerta sabía todo acerca de su relación con ella. Así que se acercó a la puerta, la abrió y antes de poder decir cualquier cosa, ve delante de él cómo Josefa, quien estaba en mi cuerpo, le propina un feroz golpe en la cabeza con una roca que lo hace caer al suelo inconsciente.

Josefa me desató y después nos abrazamos con fuerza. Ambos habíamos aprendido algo ese día. Yo conocí de cerca los malos tratos que tienen que vivir las mujeres con tipos abusadores cómo Juan y Josefa reunió todo el valor posible para hacerle frente a su abusador y terminar de una vez por todas con su relación dañina. Ella había ido a la casa a buscar unas cosas suyas y había intentado llamar a mi celular y cómo nadie respondía y se dio cuenta que nadie estaba en casa, supuso que su novio tenía algo que ver.  La policía llegó después y se llevó a Juan. Ya en casa de Josefa, sólo tenía ganas de dormir y que todo pasara.

Al día siguiente, para mi sorpresa, estaba de vuelta en mi casa, miro mis manos y son las mías, me toco y siento que es mi piel, miro bajo las sabanas y veo que tengo pene, era un chico de nuevo. Por fin todo volvía a la normalidad.

Llamé a Josefa para que nos juntáramos a celebrar que habíamos recuperado nuestros cuerpos y me dijo que fuera a su casa en la tarde. Una vez que llegué, me recibió con una sonrisa y me hizo sentarme porque tenía algo que decirme.

-Quiero agradecerte por hacer que me armara de valor y encarara a Juan. Además, en todo este tiempo que cambiamos de cuerpo, te agarré cariño a ti y a tu vida. Me di cuenta de que eres un chico de buen corazón y eso es difícil de encontrar hoy en día.

-Me harás sonrojar -le dije- Además, soy yo quien debe de agradecerte por haberme salvado anoche.

-Shhh -dijo mientras colocaba un dedo en sus labios para que guardara silencio. Estaba tan cerca de mí que pude apreciar bien que se había maquillado, sus ojos verdes estaban más brillantes que de costumbre y llevaba una blusa muy escotada que me permitía ver las tetas que masajeaba todos los días cuando estaba en su cuerpo.   

En eso Josefa se abalanza sobre mi dándome un beso en los labios muy rico que hizo que se me pusiera la verga como roca. Ella al notar esto, agarró mi pene con su mano sobre la ropa y mientras me besaba el cuello me susurró al oído: -Pese a que la he visto todos los días, ahora se me antoja mucho más.

Me bajó los pantalones, la ropa interior y mientras estaba tumbado en la cama, agarró mi polla y me empezó a hacer una paja.

-Ahora estamos solos en la casa -me dijo- Y estoy más caliente que nunca.

Continuará…


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