Desde que tú no estás
el arroyo no canta.
Desde que te fuiste
fluye en silencio.
Los robledales altivos
presagios tristes murmuran,
los verdes prados
se encuentran agostados,
los muros erguidos
yacen derrumbados.
Del sol del estío
tan solo recuerdos,
de las charlas en las tardes
un eco lejano,
del ganado en los pastos
el hueco en la cuadra,
del murmullo de la gente
la sombra en la piedra.
Pues contigo, por tiempo,
marchó la alegría,
las palabras tasadas
solo dicen quien tu fuiste:
El vecino del pueblo,
el abuelo cariñoso,
el pilar de la familia.
Herrero de forjar amigos,
en piedra fijaste mil y una amistades,
guiaste la vida
lo mejor que pudiste,
aunque a veces
rompiese el arado,
nadaste tu tiempo
aún contracorriente
dejando tras de ti
un hermoso legado.
En mi recuerdo para siempre
tu franca sonrisa,
las conversaciones en calma
en tardes de verano,
los proyectos de futuro
se tengan o no conseguido
y la amable compañía
de los tiempos ya idos.
Así pues, adiós amigo,
el hueco que dejas
no hay piedras que lo tapen.
Los caminos oscuros
que surjan de ahora en adelante
en ti tienen ángel de la guarda
que alumbrará con su luz.
Pues es tu recuerdo suficiente
para iluminar mil veredas.
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