EL INFARTO

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El jefe del departamento salió de su despacho y llamó a uno de los seis oficinistas que trabajaban en sus respectivas mesas. Julio acudió presto, el jefe le invitó a sentarse al otro lado de la mesa que él ocupaba y le habló mirándole a los ojos, sabiendo que le cohibía:

"Habrá notado que ha disminuido el trabajo en la oficina y que el resultado de los últimos balances da pérdidas. Se nos ha encargado a cada jefe de departamento que decidamos a qué empleado despedimos. En nuestro departamento sobramos dos o tres, de momento. Siento comunicarle que es usted el empleado que debemos despedir, porque habrá comcomprobado que su trabajo le ocupa poco tiempo."

"Me ocupa poco tiempo desde que usted decidió quitarme competencias", indicó Julio.

"No fue decisión mía sino de una consultora que estudió la forma de abaratar costes y aprovechar tiempos por decisión de la dirección de la empresa. No tuve que ver nada con eso", explicó.

"O sea, que ya no soy necesario".

"Así es, lamentablemente. Puede irse ya a casa después de que entregue el trabajo pendiente a un compañero, el que prefiera. Mañana viene a por el finiquito y la carta de despido, en secretaría".

"Mañana por la mañana no podré venir, tendré que dedicarme a buscar trabajo". 

"Venga por la tarde, estaré yo".

Al día siguiente, por la tarde, Julio acudió a la oficina. Subió al primer piso, en donde estaban ubicadas las oficinas, y se encontró la puerta abierta y luz en el interior.

Avanzó por el lugar mirando alrededor. No había nadie y le extrañó. De repente escuchó un gemido, que provenía del despacho del jefe del departamento. Acudió allí y vio al jefe tumbado en el suelo, encogido de dolor, una mano sobre el corazón, pálido como una hoja de papel.

"Por favor, llame a una ambulancia. Creo que es un infarto, es la segunda vez que me sucede, y me he dejado las pastillas en casa", pidió con voz entrecortada.

Julio calló unos segundos y luego habló: "Ayer me dijo que yo no era necesario. No he venido, no estoy aquí. Vendré mañana y tal vez me lleve la sorpresa de que la oficina esté cerrada por defunción".

Dio media vuelta y se marchó, cerrando la puerta de la oficina, ignorando los lamentos del jefe que le despidió.

 


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