El profesor cachondo

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Tener únicamente fantasías sexuales con José Manuel me estaba matando a pajas. El curso terminaba y yo estaba loca por hacérmelo con él. Como fuera. Pero no se me ocurría cómo entrarle. Nada más llegar él a clase me ponía cachonda, lo imaginaba tocándome por todo el cuerpo y follándome duro como fantaseaba cuando me masturbaba y ya empezaba a mojarme del placer que mi mente anticipaba. 

Al final de esa clase nos pasaron un menú para la cena de fin de carrera. Y me enteré de que el profesor también iba a asistir. ¡Genial! Aunque sabía que tendría que librarme de unas cuantas rivales para llegar hasta él.

En la comida sólo nos mirábamos, estábamos cerca, pero él estaba sentado entre dos chicas, una de ellas muy sexi que llevaba un top transparente que dejaba ver su ropa interior y sus inmensas tetas que hacían conjunto con su redondo trasero.

No veía la mano izquierda de ésta, que comía con la derecha. José Manuel me lanzaba miradas, enrojecía, bajaba la cabeza y cerraba los ojos. Para mí estaba muy claro lo que la chica hacía, y él parecía muy cortado de que yo lo viera.

Sólo pude arder por dentro imaginando esa mano sobándole los huevos y masturbándolo ahí, enfrente de todos.

Después de la caliente comida empezó el baile. Intenté acercarme, pero siempre llegaba una u otra chica antes que yo.

No me lo había imaginado perreando tan sabroso. Era un espectáculo erótico verlo arrimando miembro con otras chicas al ritmo del reggueton.

Salí al jardín a tomar el fresco y me encontré una pareja en un rincón apartado. Ella le estaba mamando la polla de rodillas mientras él cogía su cabeza y la movía adentro y afuera, con los ojos cerrados, concentrado en sus sensaciones.

Joder, el sexo se palpaba en el ambiente, pero a esas alturas ya no pensaba en pillar nada. Mis ansias de estar con él se iban aplacando al ver que no le interesaba. 

Dudé pero al final decidí marcharme, del jardín y de la fiesta.

Y fue cuando me di de bruces con él. 

—¿Ya te vas? ¿Me vas a dejar sin que pueda hablarte? —me dijo muy serio. —Estaba esperándote... hacía tiempo. Quédate —suplicó.

Dudé un instante. Fue suficiente para él.

Me agarró de la cintura y me comió la boca despacio, muy despacio. ¡Dios!, ¡qué lengua!, ¡qué labios!, ¡como los usaba! 

Me apoyó contra la pared. Buscó mi cuello y aspiró mi aroma, su lengua paseó por mi oído y yo estaba en las nubes por su ímpetu. Empezó a sobar mis pechos y a susurrar mi nombre en mi oído, a pegarse a mi para hacerme notar su enorme hinchazón. Se la acaricié por encima del pantalón… mmmm ¡qué cosa más dura!  y se empezaron a mojar mis bragas, mis pechos respondían a su roce, el deseo era tanto... 

Me solté de su abrazo, de sus labios, de su hinchada polla y lo llevé a un salón vacío del restaurante que tenía un impresionante sofá. De verdad llevaba tiempo esperándome, lo pude comprobar... 

 

Este relato es la continuación de: ERES MI PLACER PREFERIDO publicado el 31/12/19


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