Rojo cristalino III

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3

Estacionarias se volvieron las nubes que minutos antes corrían para huir de la desgracia en el pueblo. Nos envolvieron. En medio del ambiente sombrío encontramos lo que quedaba de los perros. Fieles cómo siempre, se quedaron a ayudarnos. A sacrificarse. No hubiésemos podido determinar que parte era de cual perro, el lugar era un reguero de trozos en carne viva. Dieron una batalla furibunda y lograron bajar a algunas criaturas.

La pestilencia de la bestia carbonizada días antes se confundía con la humedad del ambiente. Un grito de dolor sonó al fondo y empezaron las ráfagas de los militares hacía aquello que acechaba detrás de los pinos. Alejandro y las monjas hicieron un círculo alrededor de la pila de armas, disparaban con lo primero que su mano alcanzaba cuando las balas del arma anterior se acababan.

Yo me quede con mi rosario, debajo de un camión militar, esperando el momento, tal como me ordenó Alejandro.

Bestias con orificios y hombres incompletos estaban desperdigados en la nieve. Gritos. Rugidos. Lamentos. Alaridos. Olor a pólvora y carne lacerada. Pinos cercenados. Sangre cristalina.

En menos de una hora se acabó todo. Las monjas se replegaron y entonces quedó Alejandro solo al centro. Desde la profundidad de la niebla avanzó Silverio con la ropa desgarrada, ensangrentado.

Alejandro empezó a correr en dirección mía y él le seguía -me confundí mucho -, cuando casi lo alcanzaba, Alejandro alcanzó a gritar: ¡Dispara ahora!

No lo dude, apreté el gatillo y al primer eco del disparo, Alejandro se quitó fugazmente.

Escuche el mismo alarido cruel de la montaña –aquella vez que encontré el rosario - y me quede quieto. Todos nos quedamos quietos. Sentía el pulso acrobático en mis sienes, en mis muñecas. Mis ojos estaban más abiertos que nunca.

4

Con la muerte de Silverio el mal se acabó. Cuando acumulamos los cuerpos sobre la hoguera su cuerpo fue el único que quedó a media transformación, mitad hombre, mitad bestia. Todos Santos, los muchachos que subieron aquella vez en la camioneta, mi amigo –el guardia del paraje- , Carlos, y todos aquellos que habían desaparecido semanas antes, alcanzaron a volver a su forma humana. Fueron enterrados cristianamente. Todos fueron buenas personas, solo que tuvieron mala suerte. Dios los tenga en su santa gloria.

 

NOTA AL LECTOR: Esta historia ficticia –de calidad mediana -pretende tener desarrollo en Paso de Cortés, una población en las orillas del volcán Popocatépetl-Iztaccíhuatl.

Paso de Cortés debe su nombre al conquistador español Hernán Cortés. Hay muchas versiones, pero se cree que él y sus hombres pasaron por allí en su camino a Tenochtitlan (1519).

En estos enlaces se puede ver un poco de este lugar:

http://i2.esmas.com/2013/03/19/494231/paso-de-cortes-y-popocatepetl-619x348.jpg

https://www.eluniversal.com.mx/sites/default/files/styles/f03-651x400/public/2020/01/21/paso_de_cortes.jpg?itok=nmB4vCVi

En este enlace se puede conocer la hermosa leyenda de mis amados volcanes:

https://www.nationalgeographic.com.es/fotografia/foto-del-dia/los-volcanes-izta-popo-leyenda_12188

Gracias por leer.

 


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