Amor, óyeme.
Pasiones, no nos abandonen.
Amor, óyeme.
Pasiones, no nos abandonen.
Amor, escúchame.
¿De qué sirve conceder espacio
a alguien que no esté hermanado
con nuestras pasiones?
Que nos hermanen las pasiones secretas,
esas que hemos venido condenando a la represión,
esas que tememos sean tildadas de perversión.
—¡Que nos hermanen!—
Pasiones que nos hacen arder y nos consumen,
impulsando los lúbricos latidos de la carne.
—¡Que nos hermanen!—
Pasiones torrenciales en cuerpo
y abismales en sensaciones.
—¡Que nos hermanen!—
Pasiones que responden al encuentro sexual
en el desfogue cuyo éxtasis es mortal.
—¡Que nos hermanen!—
Pasiones y también su reposo, como esos post-orgasmos,
iniciadores de los más íntimos abrazos
donde la fogosidad dormita pero nos enaltece
como enamorados.
—¡Que nos hermanen!—
Pasiones de emocionarnos
convertidas en la motivación de seguir unidos
sabiéndonos y sintiéndonos amados.
—¡Que nos hermanen!—
Pasiones, creencias y valores compenetrados
en aquello que hacemos, en aquello que somos,
incluso en lo que ya no somos.
—¡Que nos hermanen!—
Pasiones en la contemplación que hacemos de la vida,
con nuestras diferencias y contradicciones,
licencias acordadas y prerrogativas concedidas.
—¡Que nos hermanen!—
Pasiones y aficiones al deleitarnos con las artes
y el asombro cuasi-infantil ante la naturaleza.
—¡Que nos hermanen!—
Pasiones que nos hacen amar imposibles
como brasas para el fuego de las ilusiones
y las esperanzas que amortiguan la cotidianidad.
—¡Que nos hermanen!—
Pasiones que nos enlacen en la locura y la cordura,
en el bienestar y el malestar,
en descubrirnos como camino y como destino.
—¡Que nos hermanen!—
Pasiones que se apaciguan con el devenir de los años,
aprehendidas a las arrugas de hábitos
y manías de ancianos,
engordando la compañía y el cariño.
—¡Que nos hermanen!—
Pasiones en la fiebre, la estela y el letargo,
jugando con la trascendencia espiritual
y el misterio susurrante de la muerte.
—¡Que nos hermanen!—
Sí, que nos hermanen,
roguemos por el gozo de esas pasiones
en cuerpo y alma,
libres del tedio y la apatía,
haciéndonos benditos
en nombre de nuestro amor.
Amén.
Aly Davis Pérez
11 de julio, 2016
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