El mes en que todos los días eran como domingo

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El mes en que todos los días eran como domingo, fue un mes extraño.

Fue un tiempo en el que guardamos los abrazos y los besos, como se guarda la ropa de verano, esperando que pase el crudo invierno.

Cesamos en nuestros quehaceres, pero no bajamos los brazos.

Olvidamos muchos problemas que un minuto antes nos agobiaban.

Pusimos a nuestro alrededor cuatro paredes, pero supimos estar cerca de los demás, quizás más que en mucho tiempo.

Sentimos que la comunidad cimienta nuestra fortaleza.

Recordamos que si nos importa lo que le ocurre a quien nos rodea.

Dimos descanso al planeta, y él nos regaló su mejor primavera.

Descubrimos al prójimo luchando a nuestro lado, y supimos agradecer su sacrificio.

Sentimos que nuestros caminos se interrumpían, pero solo por un tiempo.

Cambiamos nuestra rutina, sabiendo que era lo adecuado.

Cultivamos secretamente la esperanza y esta dio al fin sus frutos.

El mes en que todos los días eran como domingo al fin pasó, y nos mostró cuantas cosas hermosas consigue el ser humano cuando realmente se lo propone.


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