En un mes de abril te conocí, me conquistaste. Tu sonido me cautivó, tu luz me llenó de energía, me contagiaste tu vida, me enamoraste por tu olor y tu belleza me deslumbró.
De oro bañas el rio que de historia llena su caudal. Dedes los Romanos, distintas civilizaciones disfrutaron tus tierras, les diste de comer y beber sin pedir nada a cambio. Tu ciudad se llena de monumentos de una multitud que no sonrojan al mostrarte su gratidud por haberles regalado una vida en el paraiso.
Tras cada ocaso te iluminas, tus calles despiertan y llenandose del murmullo que existe en una ciudad sana, se respira aroma a azahar, incienso o manzanilla, llenando de nuevo la historia de noches memorables vividas por sus habitantes.
Si algún día te dejo, no dudes que siempre te llevaré en mi recuerdo, grabado a fuego tras años disfrutando del paraiso en el que te has convertido. Yo, solo te pido una cosa, no cambies.
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