Parte del libro 4 UNA DULCE MADRILEÑA? amor y erotismo.
Por samuelebeniabram
Enviado el 03/04/2020, clasificado en Amor / Románticos
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DOAIE
Me tumbé ante ella. Las manos fueron sustituidas por los labios que recorrían lentamente su cuerpo. Empecé a chuparle el clítoris, masajeándolo con la lengua con movimientos rotatorio. Apretándolo con delicadeza entre los dientes. Penetrándola con la lengua para sentir ese sabor solo suyo. Cayó en el éxtasis total. Y apretando los puños y agarrándose con las manos a la cama, llegó, a pesar de su resistencia a un placer supremo, que con un grito, desgarró la silenciosa noche. Fue un orgasmo liberador, donde el alma se unió al cuerpo.
Agarró fuerte con las manos mi cabeza empujándola aún más dentro de ella, estirando y encogiendo las piernas a mí alrededor como un cepo. La lamí dulcemente durante un tiempo infinito, llevándola más veces al paraíso. Luego, me hice un hueco en la cama al lado de ella. Y la luz de la luna fue testigo de una noche de intenso amor. Le gustaba sentirse penetrada lentamente, a intervalos. Y cada vez que lo hacía, le faltaba la respiración. Me tumbé entonces boca arriba, con la espalda un poco elevada por dos cojines que puse detrás de mí. Ella se colocó encima, y se introdujo mi miembro duro y recto dentro de ella. Dejándose caer con el cuerpo hacia delante, empezó a moverse frotando su sexo contra mi vientre. Había apoyado las manos en mis hombros para tener más equilibrio y para poder sentirlo más intensamente dentro. Su rostro, sus senos, parte de su cuerpo estaba iluminado por la luz de la luna que entraba, celosa de ese acto de amor por las pequeñas ventanas de la caravana. En un momento dado, se giró y se tumbó sobre mí dándome la espalda. Yo, desde abajo, con las manos libres, le cogía los senos juntándolos entre ellos. Empujaba los pies contra el borde de la cama, y empujándome también hacia arriba con las piernas, arqueaba el tronco para conseguir entrar más profundamente dentro de ella.
Cuando acabamos, nos quedamos allí, mirándonos en silencio. Nos levantamos luego en mitad de la noche para refrescarnos, bañándonos en las cálidas aguas del Mar Muerto. El viento cálido soplaba suavemente, y el aire se llenaba de un perfume exótico. Persiguiéndonos, volvimos a la caravana, y caímos de nuevo, cansados y abrazados, en un sueño profundo. Al día siguiente por la mañana, el autobús nos separaría y nos devolvería a nuestros respectivos destinos, a nuestra vida de siempre. Para Doaie era la primera vez que traicionaba a su marido.
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