La segunda primera vez (IV): A cuatro patas

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María tenía ganas de volver a sentir mi polla sin condón dentro de ella, y estaba aún más excitada después del sexo oral, por lo que no tardó mucho en incorporarse en la cama y colocar su culo en mi dirección obedientemente.

—¿Ahora sí me pongo el condón, no? —Bromeé.
—Tú te lo pierdes. —Me replicó ella con picaresca.

Metí mi dura verga en su vagina. Otra vez ese placer. Mi corazón latía muy deprisa, comencé a follarla despacio y noté que su respiración se aceleraba. Sentí que me pedía más, o quizá es que no pude controlarme las ganas, y empecé a penetrarla lo más profundo que nuestros cuerpos permitían. Ella no pudo reprimir un gemido y eso me motivó aún más para hacerla disfrutar hasta que sus excitantes gemidos fueran constantes. Mi pene salía casi entero y entraba con más fuerza, María estaba tan mojada que sus flujos se deslizaban por sus piernas, mientras mi cuerpo sudaba por la excitación y el calor.

Bajé un poco el ritmo, no quería correrme aún, ese polvo merecía ser alargado todo lo posible. Creo que a María le decepcionó que no continuase con la misma intensidad, pero sabía cómo compensarla: Metí un par de dedos en su vagina para lubricarlos, a continuación metí uno de ellos en su ano y le dije:

—El próximo día jugamos con tu culo.

Volví a meterle mi pene mientras mantenía mi dedo en el otro agujero. Yo la disfrutaba a ella y ella disfrutaba de la doble penetración. Me estaba encantando todo lo que nos hacíamos. Me entraron ganas de volver al sexo intenso de antes, así que decidí sacar el dedo de su ano y aproveché para darle un cachete en el culo y apretarlo fuerte, me entraron unas ganas locas de mordérselo, pero no quería dejar de follar.

Empecé a aumentar la velocidad, yo cada vez estaba más duro y ella más mojada. Era inevitable que me corriera pronto, pero ya no me importaba. Estaba agarrado a su cintura para atraerla a mí, mientras apretaba mi polla contra su culo. María gemía cada vez más alto, yo quería seguir follándola para que sus gemidos no parasen, pero a la vez deseaba correrme. Finalmente la penetré todo lo profundo que pude hasta correrme dentro de su coño por primera vez.

Seguí penetrando su vagina un poco más, hasta que mi cuerpo me pidió parar y nos tumbamos el uno al lado del otro. Estábamos demasiado cansados como para decir nada, pero los dos supimos que había sido genial. Mi pene, empapado por los fluidos de ambos, palpitaba en mi entrepierna. María me acariciaba el pecho muy excitada aún.

—Noto tu semen bajándome por la vagina, —dijo— me está chorreando por los muslos y las nalgas.

Aquella sesión de sexo fue tan placentera e intensa, que perdimos la noción del tiempo, y tan larga que se nos había pasado la reserva en el restaurante, así que al final acabamos cenando en casa. Ahora entiendo por qué ella había insistido tanto en parar a comprar en el supermercado durante el paseo.


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