El suéter de lana (parte I)

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El auto avanzaba a una velocidad endemoniadamente lenta, otro factor para hacer este día larguísimo. Encima, traía puesto un horrible suéter de lana que mi abuela tejió para mí ya hace un par de años, mi madre me obligó a ponérmelo porque la abuela le comentó con tristeza que sólo una vez me lo había visto. Mi abuela ni siquiera es el tipo de anciana que teje por gusto o porque es buena, sólo aprendió en un curso y no ha vuelto a hacer más. Quizás el suéter no era el problema, sino que todavía me dijeran que usar, ¡Nadie me elige la ropa desde los 10 años! Y ahora, en mis plenos 17, me obligan a usar esto. Ah y pobre de mí si no acotaba las órdenes de la señora embarazada, se ponía a llorar diciendo que era una muchacha grosera. Así terminé con esto puesto.

Un par de horas más tarde –totalmente eternas-, llegamos a casa de los abuelos. Hoy festejaban 52 años de casados, y como cada año, organizaron una reunión para celebrar. Todo se veía muy tranquilo ahí dentro a comparación del año pasado, fue una fiesta enorme dónde probé el alcohol por primera vez.

-Ay mi niña traes el suéter –me abrazó con ganas- Creí que lo odiabas.

-Abuela claro que no –la vi a los ojos mientras sostenía sus arrugadas manos- Lo adoro –mentí. A veces daba miedo mi capacidad para mentir, era una hipócrita.

Pasé al patio trasero para saludar al abuelo que estaba prendiendo el asador. Alrededor estaban la mayoría de mis tíos, primos y algunos vecinos conocidos de mis abuelos, de pronto había perdido de vista a mis padres. Sin ánimos de saludar a nadie, me senté en un catre y disfruté del poco calor que hacía.

-Lindo suéter –escuché aquella tediosa voz.

-A ti qué más te da Cristian –contesté de mala gana-

-Nadia siempre tan efusiva y alegre

-No tengo humor de saludar a mi familia, mucho menos a ti.

-Lástima que sea el vecino favorito de tus abuelos.

 

Conozco a Cristian desde que tengo memoria, me saca un par de años. Vive al lado de la casa de mis abuelos y era el tipo de niño que cada mes podaba el pasto para ellos. Recuerdo todos mis veranos con él rondando por ahí, mis abuelos le querían como un nieto más. Pero a mí nunca me ha caído bien; desde chica me gasta bromas horribles y me molesta, luego se muestra inocente ante todos.

-Lástima que existas –solté con frialdad, entonces Cris dejó su semblante divertido y se tensó. Pronto tuve la sensación de que había cruzado la línea.

-Ya –balbuceó y se fue.

 

¿Por qué le había afectado tanto? ¿Merecía sentirme mal por lo que dije cuando él se ha pasado años fastidiando?


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