Los pequeños invasores1
Por Jesús Sieiro
Enviado el 11/04/2020, clasificado en Ciencia ficción
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Sus características personales son perfectamente definibles, los mayores imponen autoridad pero sin que ésta merme la posición de los otros. El quórum está presente en cada decisión y por último la abuela es decisoria. Es así en todas y cada una de las cosas que emprenden, esto es, siempre, ya que actúan de forma común.
Para lavarse lo hacen en la bañera que aún conservo en el segundo cuarto de baño, se lavan y enjabonan entre ellos, juegan, se relajan y entrelazan sus piernas a modo de compenetración y aislamiento en común.
Los jóvenes actúan de forma totalmente distinta, son libres de moverse y actúan a su antojo sin que nada les limite. Sé buscan entre ellos continuamente, necesitan saberse acompañados, pero cada uno hace su propia vida, la relación con los padres y abuelos es muy estrecha, se unen a su grupo en infinidad de ocasiones dándose muestras reciprocas de acoplamiento. Cuando están juntos rigen las mismas reglas de afinidad y coordinación. Cuando lo constituyen los seis las sensaciones que percibo son inmensas, la falta de cariño o ternura la sustituye el sentido de unidad y comprensión. Forman una unidad inquebrantable y es algo que me llega a lo más hondo, tienen una fuerza arrolladora que me invade y posiciona. En mi sentir profundo es más fuerte que el amor, es una entrega nada condicionada.
Sin casi darme cuenta los voy aceptando tal como son. Se está produciendo en mi una simbiosis extraña, ellos actúan tal cual son y yo voy adaptándome sin casi apercibirme. Es algo, que pienso está perfectamente establecido por ellos. Saben como actuar, me conocen bien, les constan mis flaquezas y manías. Actúan conmigo con igual delicadeza que entre ellos y me ganan con su dedicación plena.
Me atienden en grupo, satisfacen mis necesidades más elementales, cuidan de mi alimentación, de mi aseo, de mi ocio. El momento más delicioso para mí, es cuando vuelvo del trabajo. Después de mi cena frugal nos sentamos todos ante la televisión. Es un momento mágico, todos callan y aceptan mis programas. Me rodean, cada pareja a un lado del sofá, el hijo (Ouo) en mis pies se apoya en mis rodillas sentado en dos cojines grandes y la hija (Aia) se acomoda encima mía adaptándose como puede, siempre termina dormida en mi hombro y mojándome el cuello al perder el control de sus labios. Terminamos todos dormidos. Soy el encargado de llevarlos uno a uno a su cama, los mayores duermen en mi cama adjunta, los cuatro caben en horizontal, las cabezas dando a mi lado, se sienten así protegidos. Los chicos duermen en un colchón en el suelo, están como en un océano, acostumbrados a compartir lecho común.
Nunca quieren hablar de su pueblo, pero se les escapan cosas, tenemos confianza, viven en hogares participativos, son muy sociales pero la familia constituye el núcleo principal, nada es para ellos más importante. Los padres viven con la hija mayor, quien se hace cargo de ellos, constituyéndose familia en los espacios titulados de los mismos, los otros irán incorporándose en habitáculos propios e independientes al llegar a la edad de su contribución social. No sé que normas sociales o políticas rigen entre ellos. Me caben muchas dudas al respecto al no ser nada explícitos en lo referente a su pueblo. Lo que está claro es que mantienen una relación estrecha y constante con nosotros y conocen y aprenden al unísono su lenguaje práctico y sencillo con el complejo y amplio nuestro. Tienen una rara y magnífica adecuación bilingüe por zona, que les hace participe de todos nuestros conocimientos.
Recuerdo cuando Aia me dijo que su padre era anárquico, no entró en detalles, ahora sé, que quiso decir “con un tiro dado”, esto es, fuera de lo normal, con una sensibilidad distinta, con un enfoque de vida singular, aventurero diría yo, la asimilación del grupo fue algo natural, forman un bloque, todos tienen ahora “un tiro pegado”. Es una expresión que me acabo de inventar y me gusta. Es como pasar de una posición a otra sin transición.
En mi trabajo comienzo a actuar con un sentido corporativo que a todos sorprende. En semanas me he ganado la simpatía de la mayoría. Antes estaba en un claro anonimato y ahora se me requiere para todo, saben que estoy disponible a ayudar y que lo hago de forma desinteresada. Me gusta verles contentos.
También me muestro con todos más desinhibido y con ello he ganado en confianza. Ahora me siento más arropado y la convivencia con mis compañeros es mayor y mejor.
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