LA MEMORIA HISTÓRICA 2
Por franciscomiralles
Enviado el 26/04/2020, clasificado en Cuentos
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A pesar de todo, como se tenía que reconstruir al país después de la maldita Guerra Civil y la economía empezó a despegar sobre todo en los años 60 con el turismo que generaba riqueza y empleo, en la sociedad se instauró como se suele decir la cultura del trabajo.
Un primo hermano de Cosme llamado Andrés que era un hombre muy inquieto y que estaba empleado en una tienda de calzado para salir del paso, no estaba contento con aquella labor y quería ganar más. Así que dijo adiós a la empresa, miró los anuncios económicos del periódico y a la semana siguiente ya estaba colocado en otro sitio. Pero como tampoco terminaba de gustarle lo que hacía volvió a cambiar de lugar. Entró a trabajar en una industria de productos lácteos, y con esfuerzo y tesón fue subiendo peldaños hasta llegar años después a ser el jefe de Ventas.
Andrés, como muchas personas en aquellos años era capaz de trabajar diez horas diarias, y para redondear a su capital además de hacer muchas horas extras en la casa de productos lácteos se dedicaba también al pluriempleo. Esto es, los fines de semana se iba a hacer de dependiente de ropa de señora en unos almacenes de un amigo suyo donde les faltaba personal.
Sin embargo, la mayoría de la población tenía muy presente a la Guerra Civil y en las conversaciones siempre de una manera o de otra surgía el tema. Mas nadie quería saber nada de política y lo que importaba era trabajar, y disfrutar de la vida.
No es cierto que la población estuviese en la resistencia del régimen franquista como se nos dice. Pues los patronos de las medianas y pequeñas empresas estaban encantados con él. Como éste había apoyado al Capital y les cobraban unos impuestos de risa, así como creían que les confería una especial seguridad en todos los sentidos, ellos no estaban dispuestos a aceptar ninguna crítica negativa acerca el mismo. Y hasta los emigrantes que venían de otros pueblos de la península huyendo de la miseria de sus lugares de origen alababan el sistema de fuerza política que imperaba en la nación. Dichos emigrantes veían que cuando llegaban a la capital, tanto los hijos mayores como ellos mismos - los padres- no tardaban en encontrar empleo, y eso les daba un márgen para que el benjamín de la casa pudiera estudiar con una beca. "Con Franco se vive mejor" - decían estos emigrantes-. Sólo los estudiantes, gentes amantes de la política, o familias a las que el Régimen les había asesinado a parientes con fusilamiento por sus ideas libertarias de izquierdas y republicanas odiaban con razón al tirano represor.
Como la televisión no llegó a España hasta el año 1962 que era en blanco y negro y sólo tenía un canal único, unos años antes la gente se entretenía con los programas de la Radio fueran discos solicitados, concursos o culebrones. Incluso retransmitían obras de teatro, óperas y conciertos de música clásica. Pero lo que de verdad hacía soñar a la sociedad era el cine. Cada barrio de la ciudad disponía de cinco y hasta seis salas de proyección.
De manera que tanto Cosme como su mujer Aurora anhelaban que llegase el sábado por la noche para ir a ver una sesión doble en un cine del barrio en el que vivían, con un bocadillo para cenar mientras se deleitaban con la película de turno y poder evadirse aunque fuera por un rato de las preocupaciones del trabajo, y de las tensiones familiares. Pero este mismo deseo de soñar despierto era algo casi mundial. Bastantes años más tarde muchos espectadores de cine pudieron reconocerse a sí mismos en la protagonista norteamericana de la magnífica película de Woody Allen LA ROSA PÚRPURA DE EL CAIRO cuando ella para compensar la mala vida que lleva al lado de su marido va a un cine a vivir aunque sea virtualmente una historia romántica en la pantalla.
Al igual que Cosme y su mujer compartían el piso con la pesada madre de éste, las familias de aquel entonces a diferencia de hoy en día en que todo el mundo hace su vida de un modo independiente, y bajo el influjo del respeto que inspiraban las personas mayores, vivían como una piña. Existía una clara dependencia de los unos hacia los otros. Y cuando por ejemplo el primogénito decidía tener una novia, todos los miembros del grupo familiar daban su opinión sobre la misma. Y si la novia en cuestión no era del agrado de la familia, al joven no le quedaba más remedio que pasar por alto los negativos comentarios sobre todo de la absorvente madre y seguir con sus planes de casamiento.
- Mira Roberto, que esta chica no te conviene. Yo tengo muy buen ojo para estas cosas - le decía la madre una y otra vez.
- No seas así mamá. Ella es buena y trabajadora. No la conoces bien - respondía pacientemente el tal Roberto.
También a mediados de los años 50 muchos matrimonios tenían la vieja costumbre en los días festivos de ir a visitar otras familias en sus casas para pasar el rato. Entonces a estos visitantes se les obsequiaba con pastas secas, y vino dulce. Tal como lo habían hecho sus abuelos.
Y en un momento determinado, en medio de la tertulia se levantaba de la mesa el invitado o la invitada, y decía:
- Voy al "excusado" a hacer un "río".
El "excusado" era el retrete que en muchas casas estaba en otra habitación diferente a la del lavabo. Mas en muchos inmuebles de humilde condición, este retrete estaba situado en un rellano de la escalera y era comunitario. Por eso se le llamaba "la comuna".
Todo empezó a cambiar a partir de los años 60. La democracia que disfrutamos en la actualidad es fruto de la modernidad de aquel entonces. Y eso se reflejaba en las desenfadadas y románticas canciones de la época, cuyas armónicas vibraciones sugerían un optimismo, una vitalidad renovada. Y los jóvenes inventaron los "guateques" que eran fiestas que se organizaban sea en la casa de un chico o de una chica en la que ponían discos y todo el mundo bailaba. En realidad era el medio para tener novia o novio al margen de las habituales discotecas, pero que tuvieron escaso recorrido.
En aquel tiempo como en cualquier otro había su sombra y su luz. Pero todo el mundo tenía la esperanza de un mañana mejor. Se miraba al futuro con ilusión; cosa que hoy en día ésto no está tan claro.
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