Viaje a Lanzarote. (Parte I)

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Voy por trabajo a la isla de Lanzarote. Es una de las islas pequeñas del archipiélago. Es temprano y aún voy medio dormido. Por suerte no hay retraso en la salida del vuelo. Vamos pocos pasajeros y hay poca gente en la sala de la puerta de embarque. Sentada enfrente de mí hay una chica. Lo primero que me llama la atención es su llamativo abrigo de color rojo bermellón. Sin proponérmelo cruzamos la mirada y aparece una incipiente sonrisa en sus labios. Es atractiva. La expresión de su cara es sensual.

Tiene la melena castaña y lleva gafas. No sé qué tiene esta mujer, pero me resulta interesante. Su pelo castaño. La forma de moverse. Esas gafas que le dan ese puntito sexy. A través de ellas se ven unos grandes y bonitos ojos. Me la quedo mirando cuando se desprende del abrigo. Lleva traje de ejecutiva, falda y americana gris marengo y medias. Tacones. Unos tacones de vértigo. Eso me gusta. Una falda de tubo hasta la rodilla. Con una raja que deja insinuar la continuación de sus piernas. Se desprende también de la chaqueta y aparece una camisa blanca. Recorro su cuerpo lentamente con la mirada. Me fijo y aprecio como se insinúa su sujetador bajo la blanca tela.

-Mmmm -Sexy y atractiva, pienso...

Ahora el cruce de miradas es seguido. Esos ojos marrones oscuro, casi negros, me han cautivado. Son preciosos. Es como si tuvieran una fuerza magnética que me obliga a mirarla. Su intensidad me atraviesa. Sus ojos se posan en mí con mayor interés.

Nos llaman para embarcar. Nos ponemos a la cola y no puedo evitar girarme para ver dónde está. Y no hace falta que busque. Esta solo dos personas por detrás de mí. Su mirada se clava en la mía. De nuevo esos ojos. Transmiten intensidad. Determinación. Diría que hasta poder. Seguridad en sí misma. Me atraen.

Pasamos el último control de billetes antes de meternos en la pasarela. Suena mi teléfono y atiendo la llamada. Me concentro en ella. El trabajo… uuuffff. La cola va avanzando y entramos en el avión. Es temporada baja y aún no hay mucha actividad en la isla, así que no han llenado el avión.

Por un momento no soy consciente que esos ojos me observan. No me quitan ojo de mi espalda. Esos ojos negros sin yo saberlo me están desnudando en su mente. Esa mente trabaja a un ritmo vertiginoso quitándome la americana azul marino. Casi me arranca la corbata. Me arrincona contra la pared. Me desnuda con ansia. Abre mi camisa. Besa mi pecho. Sus manos palpan mi entrepierna. Me provoca. Hace que la desnude a ella. Que abra su blusa desabroche su sujetador y lama sus pechos. Chupe sus pezones. Remangue su falda. La acaricie. Su mano se mete en mi bóxer negro… Hasta que la azafata la saca de su ensoñación preguntándole por su asiento. Ella se lo dice y la azafata le indica que su asiento es junto aquel caballero.

Yo ya estoy sentado y acomodándome. Me ato el cinturón y busco el e-book de mi novela preferida en el móvil para empezar mi habitual lectura en los vuelos. Al poco tiempo ya tengo a mi lado otro pasajero.

Cuando se sienta a mi lado, al desviar la vista de mi lectura, lo primero que veo a la altura de mis ojos es como una falda se sube hasta arriba de una pierna. Al sentarse veo la parte superior de sus medias a medio muslo.

-Mmmmm - eso me gusta. Me atrae. Es mi debilidad.

Levanto la vista y la veo. Es la mujer de los ojos negros. Ahora aquella incipiente sonrisa es ya completa. Nos saludamos y nos deseamos un buen viaje. Noto un ligero sudor cuando sus ojos perforan los míos. La atracción entre ambos es evidente.

Entablamos una conversación sobre temas habituales como motivo del viaje, a donde íbamos, en que trabajas, como nos llamamos, etc.

-Jazmín.

- Bonito nombre...

Al poco tiempo se le cae el móvil al suelo y cuando me agacho para cogérselo puedo ver bien de cerca sus piernas. Eso hace que mi cuerpo reaccione.

Esta mujer me atraía. No pude evitar mirar su escote. Se veía y se adivinaba la continuación de ese canal sugerente de entremedio de sus pechos. Vi parte del encaje de su sujetador. Todo eso unido al brillo de sus labios se juntó para provocar mi erección. El calor recorría mis venas. Imaginaba sus labios sobre los míos.

La semitransparencia de su blusa blanca. Lo zapatos de tacón de aguja. Las medias. La falda adherida a sus caderas. Sus curvas. Todo se juntaba y coincidía con mis gustos. Las uñas pintadas de un color granate... Igual que sus labios. Empecé a sentir un poderoso deseo hacia ella. No sabía que me ocurría. La excitación se apoderaba de mi cuerpo.

No sé qué ocurrió que se le volvió a caer el móvil. Cayendo hacia mis pies. Esta vez se agachó ella. Y sin duda tuvo que percatarse del bulto de mi entrepierna. Era imposible que no lo viera en mis pantalones. La cuestión es que una de sus manos la apoyó en mi muslo para incorporarse y eso para mí fue casi irresistible provocando un agradable cosquilleo en mi cuerpo. Se me aceleró el pulso. En ese momento bajaron las luces del avión. La iluminación era muy tenue. Quedo todo en penumbra.

Me dijo que perdonara por ello. Le conteste que no tenía importancia. Que incluso que me gustó. Se rio. Le dije que no pensara mal de mí por ello.

Coincidía que en toda nuestra fila solo estábamos los dos sentados. Pedí una manta para taparme ya que tenía algo de frio. Me ofrecí a compartirla. Y aceptó.

No pude evitar la tentación de deslizar mi mano bajo la manta hasta rozar su muslo con el dorso de mi mano

Tenía miedo de su reacción. Pero al ver que no decía nada avance posándola sobre su pierna empezando a acariciarla.

Ahora sí que note su reacción. Note su mano sobre mi pierna, sobre mi muslo. La metió entre mis piernas acariciando la cara interna de mi muslo. Cerré los ojos. Es mi parte más sensible. Que me toquen ahí me excita mucho. Su tacto no me calmó los nervios. Al contrario, me electrizó. Ella a su vez separo sus muslos. Su perfume flotaba en el aire llegando hasta mí. Me inundó llegando hasta mi cerebro.

No hizo falta decir nada. Nos fusionamos en un largo beso. Profundo. Intenso. Mi lengua entro en su boca y se enlazo con la suya. Ambas lenguas danzaron dentro de su boca hasta saciarnos el uno del otro a la vez que sentía como acariciaba mi pene por encima de mi pantalón.

Cuando saque mi lengua de su boca fue ella la que continuó besándome, pero metiendo la suya en mi boca. Eso me gusto. Su iniciativa me sedujo. Que invadiera mi boca buscando mi lengua me calentó. Mucho. Mmm...

(Continuará en la segunda parte...)


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