MUERTE CONFINADA
Por Adelina Gimeno Navarro
Enviado el 04/05/2020, clasificado en Intriga / suspense
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Después de aquellos días en los que el mundo estuvo escondido, fueron muchas las historias que detrás de cada ser humano y familias enteras, iban siendo contadas por los que las descubrían.
La entrada en aquel inmueble del edificio donde nuestro protagonista se confinó, sin duda sería una de ellas…
Gutiérrez seguido de otros compañeros se armaron con el material adecuado tirando la puerta abajo, la intriga estaba servida, pues en dicha puerta se indicaba como la número 13 en aquella altura.
En el informe policial se comunicaba que la vecindad no había oído a Juan ni en los días previos a la alerta social. Y mucho menos después, pensaron que se había ido a su segunda residencia.
El estruendo al abalanzarse la puerta sobre el suelo levantó una gran polvareda, no era de extrañar puesto que allí era lógico que no había nadie.
A pesar de que la luz de una de las habitaciones estaba encendida, algo que también fue dicho por los vecinos.
¡Aquí no hay nadie!
Afirmó el agente, mientras iban despacio asomándose y revisando las estancias de la casa.
¿Cómo qué no, y yo quien soy?
Gutiérrez, se señaló la nariz, sin llegar a tocarse, indicaba que hacía olor…
¡Por aquí huele mal!
¿Mal? ¡Me estás tocando los cojones!
¡Pero qué no sabes que estamos en cuarentena!
Al llegar a la habitación que tenía la luz encendida, los policías confirmaron lo que se temían… Un cuerpo putrefacto formaba parte de aquel escenario asqueroso, en el que las moscas acampaban a su antojo y al que habían devorado en su totalidad.
¡Confirmado, hallado cuerpo sin vida en avanzado estado de descomposición!
Parte que el agente daba a la oficina, mientras los demás miembros de la patrulla seguían revisando la casa.
¡Pero tú eres imbécil! ¿Qué no me ves?
En aquel momento uno de los policías gritó…
¡¡Gutiérrez!!
¡¡Cuidado!! Volvió a gritarle, mientras avisaba a su amigo que una de aquellas moscas se le acercaba demasiado.
Con la mano abierta la intentaba espantar, dándole una y otra vez, pero por el contrario…
¡Qué pretendes insensato! ¡De aquí no me echa nadie! ¡Esta es mi casa, mi casa, me oyes!
¡Mi casa… Mi casa!
Adelina GN
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