El desprecio social

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Primero que todo debo saludarlos como el hombre común y corriente que siempre he solido ser, para después tomar una escopeta y rebanarles la cabeza, viendo la belleza de sus interiores expandirse por las calles sucias de la localidad del pueblo en el que nací. Todos hemos ayudado a romper veredas con sangre para hacerlas cada día más sucias y prohibidas ¡Señor alcalde ya maté a mi familia por sus malditas promesas! Necesito el bono para seguir respirando en tubos de oxígeno como usted nos prometió a mí y a los pobladores que siguen agonizantes.

Los sueños se acabaron y fueron remplazados en las avenidas por sabanas que esconden bultos sin sentimientos ¡Muerte a los ogros y sus alimentos sofisticados! Bienvenidos a la estación de tren sin adolescentes, los que quedaban se suicidaron cuando les cancelaron sus cuentas alimenticias. Ahora solo quedan muchos ancianos a punto de morir, los que volvieron a reunirse para tomar el té en las plazas junto a las aves que cantan y que no cumplen años ni muertes. No tienen paraíso ni entierro porque son aves que simplemente vuelan durante las canciones de invierno.


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