Había una vez…así es como comienzan los cuentos y este es uno más con princesa y dragón.
La princesa Adelina es la menor de las cinco hermanas, es bonita como corresponde a una princesa, pero está algo gordita y es muy aficionada a la botánica.
En el pueblo, los ciudadanos vivían aterrorizados por el dragón Borromeo. Como es normal, Borromeo solo podía ser aplacado cuando se comía alguna princesa de vez en cuando. Lamentablemente las princesas son sosas, de poca carne y además indigestas, con lo que al dragón le sentaban mal y prefería las campesinas o las vaqueras porque le resultaban más sabrosas, tienen más carne y saben a pueblo. No obstante, tenía un estomago delicado y tampoco le eran muy digestibles.
Adelina salió un dia al campo a recoger hierbas para sus brebajes: la Gliptoteca azul para el hígado, la Stradivarius para la vista, la Falotiesum para…su padre.
De pronto, el dragón salió del bosque y miró a la princesa con apetito pese a ser una princesa. Adelina miró el iris de sus ojos y le preguntó «¿Tienes problemas de estomago?» Borromeo asintió con la cabeza. En un abrir y cerrar de ojos, la princesa le trajo unas hojas de Playmobilium que el dragón masticó. Le aconsejó que cambiara de dieta: zanahorias, rábanos, lechugas…nada de princesas ni aldeanas.
Desde entonces, Borromeo ayuda a los campesinos a quemar rastrojos y vigilar los bosques de fuegos e invasores. A cambio, no le faltan toda suerte de verduras y frutas frescas. Se encuentra perfectamente de salud, pero dos veces al mes, sin que lo sepa la princesa, encuentra unas ristras de morcillas dejadas en el monte por las aldeanas...por si acaso
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