Días sin sentido,
sin ir contando las horas mientras pasan,
simplemente
dejándolas escurrirse
hacia los rincones perdidos,
entre el sillón y la lámpara de pie,
ahí donde se esconden los fantasmas
de mueca irónica
en sus blancas bocas de algodón.
Bajo su mirada
van deslizándose fotografías,
ahora vacías y con el sentido
de píxeles desordenados.
Sus dedos,
esos que aún recuerdan
el tacto de su piel,
pasan las imágenes
como esperando encontrar
una única que sea real todavía.
Pero ninguna lo es ahora.
Esa mirada
que iluminaba vidas
no estremece de sentimiento,
solo duele.
Y bajo sus ropas,
ya no siente nada;
las caricias huyeron,
ningún temblor
recorre ya su piel
haciendo vibrar el deseo,
dejándole a cambio
su alma vacía e inerte.
Días sin sentido,
sin una palabra tonta y tierna,
sin saber
si su vida es vida,
si respira o se ahoga,
sin saber
si aún puede encontrarse
o se ha perdido para siempre
en el camino
al laberinto del olvido.
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