Nosotros hemos caído como muñecos de trapo en las escenas más funestas de una cruenta lucha para muchos y un juego de cultura moribunda para otros. Es muy distinta la imagen del día de hoy, comparándola a la que vivieron los primeros navegantes indefensos. Mis voces destacan una realidad heredada que puede sufrir diversas rupturas en el mundo de la construcción mental, llegando siempre al mismo pasadizo detestable de la destrucción de lo desconocido.
No es mi intención final como el orador del pueblo sumergido en millares de desgracias personales, seguir él tramite populista, mostrando la desgracia de viviendas desastrosas junto a una sonrisa del millón de dólares. Solo he querido hablar del engendro que soy, remarcando la teoría de la alienación humana, motivo por el que nos hemos sumergido como personas, respetando a los dueños de movimientos torpes que generan las sustancias dominantes.
Me encuentro en la inmensidad de la sustancia que se puede sostener al estar sobre la roca más alta del infinito. Hablo de esa línea que nunca deja de palpitar en forma natural, siendo equivalente al sentir de un millar de cañonazos dirigidos al cerebro con olores a engendros marinos, los que se clavan como desgracias en el olfato capitalino. El que está acostumbrado a la elaboración de perfumes de moda, es la recicladora de sueños y esperanzas de psicologías con inocencias existencialistas, las que aún piensan en flotar sobre un mundo acabado que llaman paraíso.
He intentado de hablar exhaustivamente de aquellas sustancias generosas, liquidas y dadoras de purezas celestiales, las que nosotros en tierra hemos nombrado como mar, cuya primordialidad se basa en la donación de vida. Antiguamente había sido pretendida para crear imperios de seres libres y santos, como los mismos que por libros vemos como constructores de lo imposible, pero la idea de lo futurista de aquellos tiempos se destruyó junto a la esencia de los antiguos conceptos de vida, cuerpos y humanidades intoxicadas por monstruosidad humanitaria.
Creemos que el siguiente cañonazo, como olas quebradas sobre las rocas cercanas, caerá en nuestro cuerpo desenfocando las caderas del tronco. No es un pensar ridículo, es una elaboración de los constructores de nuestra mente que siempre nos indicaron del cuidado que le debemos a la naturaleza, siempre teniendo pavor a la majestuosidad de lo regalado sin precedente anterior: la magia del ser y de lo que le rodea.
El elemento de máxima expanción humana y dador de la elevación de la limpieza de los seres naturales, fue y siempre será utilizado por algunos anormales sentimentales, arraigados en su cuadrado televisivo, como máquina desgarradora de esclavos con otra visión del pensamiento. La sustancia es conocida como la victima de los derechos desaparecidos para los humanos, exterminados por los propios deshumanizados.
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