Estoy en la puerta de la casa familiar, aquella que, actualmente, nadie en la familia realmente aprecia y que curiosamente, todos los que no son de la familia sí que lo hacen. Es una casona que ha pertenecido a mi familia por más de 500 años, es la casa que mis predecesores construyeron y amaron y que poco a poco ha sido desatendida, puesta en un segundo plano, en parte, por las cosas que pasaron, y tal vez, por las intensas sensaciones que nos albergan al estar en ella.
La casa, a la vez, me atrae y que me aterroriza. Aquí fui violada varias veces. Y aun así, sé que mi futuro pasa por volver a esta casa, voy sola, para encontrarme a mí misma, para aceptarme. Mi sensación es que voy sola y volveré con amigos.
Así pues, ahí estoy, en la puerta del jardín, es primavera, apago el motor y siento el fresco de la noche acariciando mi piel, se me ponen los pelos de punta y a la vez el aire me revigoriza. He conducido de noche, viendo solo lo que las luces iluminaban. Me miro en el espejo y nos veo a ambas, mi yo chispeante y mi yo oscura. Estamos unidas, estamos en esto juntas, tomando opciones desde el corazón. Respiro. Me aligero y reconecto con mi realidad, estoy ahí por que quiero, la casa me inquieta más de lo que me quiero reconocer. Respiro y al respirar somos una, otra vez, conectadas. Sonrío.
Miro al cielo y veo algunas estrellas, mientras siento el contacto con el suelo. Me recuerdo que soy la conexión tierra - cielo. La madre tierra me ayuda a limpiarme y me envía cariño, sobretodo cuando estoy enraizada y padre cielo me envía amor y me guía. Con una sonrisa, agradezco al universo este momento de conexión, envío una onda de cariño y amor, y la recibo de vuelta, respiro, y acepto todo ese amor. Doy las gracias, le pido al universo que siga conmigo, que quiero seguir encontrando mi manera para estar ligera, segura y conectada, que quiero seguir siendo la mejor versión de mi misma, y, de esta forma, compartirme al mundo.
Ojeo el teléfono, les escribo a mis padres, comentando que he llegado a la puerta, y que estoy bien y que les quiero y les agradezco el que me hayan facilitado el llegar ahí.
Respiro profundo otra vez, y me escaneo. En ese momento noto como la energía se mueve en mi cuerpo, me fijo en la respiración, por un segundo escucho a mis miedos, me apresan, me siento pequeña, les oigo decir que me van a devorar. Tomo otra respiración profunda, gracias, ya se que eso esta ahí, voy a mi corazón y dice, yo soy amor me acepto, conecto y me comparto, y cuanto más lo hago, más soy yo misma, y en esa verdad encuentro la serenidad.
Miro la puerta y me sonrío, la puerta sigue cerrada. Me sonrío y me digo a mi misma, para entrar, necesito abrir la puerta. La llave no funciona, tengo 40 años y en mi vida he conseguido abrir esta puerta desde fuera. Si es que hay cosas que nunca cambiaran, me digo sonriendo, salto la valla y abro desde dentro. Y pienso, María, es así como haces siempre las cosas, abrir desde dentro. Y me sonrío, pensando en lo que me ha traído aquí.
Vuelvo al coche, veo el camino, está limpio de hierbas, mientras que la huerta está en un estado salvaje, y, en parte, agradezco ver el camino. Ahí, al fondo, esta, mi futuro, la casa que a la vez me impone respeto y me llama. Sé que estoy ahí para ser yo, para sanar esa conexión sagrada que fue rota. En mi caso, no fue solo mi inocencia la que fue robada, fue mucho más. Respiro, y miro mi botella de agua, ese agua que me sana, y miro mis piedras, esas piedras que son mis amigas, y miro mi teléfono, ese teléfono que me conecta con el mundo, y sonrío, no necesito realmente el teléfono para conectar, miro a mis pies, y los dedos me sonríen, me animan, estamos bien.
Me siento en el coche, acaricio el volante, y el volante me acaricia a mi. Miro a la casa, buscando aprobación, la casa que parecía tenebrosa, adquiere un tinte diferente, más ligero, parece que la casa se esta llenando de luz de estrellas. En ese momento, la casa me pregunta, ¿Eres tú, María? Bienvenida, te estaba esperando.
En ese momento yo exhalo, la casa sabe de mi llegada, y la noto sonreír todavía más. Siento que una onda de calor sale de la casa, recorre el camino y llega a mi, acariciándome los pies, pidiendo permiso para entrar y me sube por el cuerpo. Con curiosidad, lo acepto y dejo fluir esa energía por mi cuerpo liberándola al universo, ahora, ademas, con la musicalidad de mi alma resonando.
Entonces le digo a la casa: Tenía miedo de sentirme invadida e incómoda.
A lo que la casa, vuelve a sonreír y me dice, pero si tu eres mi nieta elegida, ¿como podría ser eso? Es hora de que hablemos, sin tapujos, es hora de que nos aceptes, es hora de que te aceptes, es hora de que conectemos y compartamos orgullosamente quienes somos, es hora de que sanemos lo que necesita ser sanado, es hora de que dejemos pasar lo que ya no vale, y de que lo hagamos juntas. Es el momento de que volvamos a llenarnos de luz y sonrisas.
Hace unos años, yo era una casa feliz, yo era la casa de las vacaciones, la casa de las sonrisas donde las risas y los guiños eran la norma, la casa donde las normas se relajaban, y la casa donde todos eran mimados. La familia y los amigos se juntaban.
Pero, algunas cosas terribles pasaron, y parte de la familia empezaron a echarme la culpa, yo les amaba, y les decía que no era mi culpa. Mi amor, ya no tenia entrada en su corazón, se fueron cerrando a mi. Y yo, que había hecho todo lo que puede, por cuidar de los míos, especialmente de los especiales, fui rechazada.
Sentí mucho lo que te paso a ti María y al resto, la verdad es que la vida pasa, y en ocasiones, cosas que no queremos ocurren. Yo me he mantenido siempre amando a todos, para que os sintierais amados, y me sigo diciendo a mí misma que no soy responsable de como la gente reacciona, aun así, duele y mucho, me he sentido rechazada y muy humillada.
Yo abro los ojos, dándome cuenta de cuál es la realidad, estoy hablando con esa casa que me daba miedo, y me está comentando su realidad, y de cómo todo lo que quería era conectar, ¿sería posible, que yo notara esas ganas de conectar y fuera “sólo” eso lo que me daba miedo?
Respiro profundo, vaya, sí que estoy aprendiendo.
La casa me sonríe. Bienvenida, por favor, entra y disfrutemos juntas.
En ese momento, soy consciente de que estoy donde tengo que estar.
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