Carta al árbol

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Sr Árbol:

 

Desde mi ventana se abren las ramas del árbol de modo que puedo ver su corazón. Es raro ver el corazón de árboles tan grandes, normalmente se esconden detrás de cantidades de follaje, y es más raro aún considerando que es usted mucho más alto de donde estoy ahora, que es un cuarto piso, calculo que llegará al septimo u octavo, es decir unos 30 metros desde el suelo: soy muy suertudo de verle el corazón. Los grandes árboles tienen mucho que decir, y verles el corazón es todo un privilegio. Es una apertura perfecta que me lleva directo a usted, como si la hubiese erosionado con una intensa mirada sostenida por un largo tiempo. Ha de comprenderme señor Árbol, yo lo respeto, y si lo miro de esta forma es, a parte de porque estoy drogadísimo, porque escucho todo lo que tenga que decirme.

No es usted la única víctima de mis miradas fulminantes, pregúntele a la llama de la vela o a las estrellas cuando se desnudan, es para mí necesario escuchar lo que tenga que decirme, y las sesiones de contemplación son solo parte de mi proceso de comprensión. Yo soy un humano y cosas que para usted son evidentes son para mí muy difíciles de comprender, me toma mucho tiempo, los móviles funcionamos de otra forma, lo envidio con su pasividad, ya me gustaría a mí que todas mis adicciones vinieran a mí a través de raíces. No quiero ofenderlo, por favor, quizás le suponga a usted un cierto esfuerzo drenar todos los nutrientes que necesita, en ese caso no quiero menospreciarlo, pero como le decía, son todas cosas difíciles de entender para mí.

Comencé esta carta sin un verdadero fin, veo que no muchos de los míos mantienen diálogo con los suyos, asi que el mero hecho que se la diriga ya tiene algo de interesante. Es para mí un honor hablarle y poder verlo desde mi cuarto, desde mis raices de cierta forma, donde puedo pensar y apreciarlo como lo merece: le agradezco infinitamente que mejore todos mis días y me ayude cuando lo necesito. Quizás sea algo raro de decir en una primera carta, pero lo estimo enormemente, la verdad es que tiene usted un lugar en mi corazón.

 

Se despide cariñosamente,

 

Benjamín Oliver,

el joven detrás de la ventana que ve directo a su corazón.

 

 


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