UNA MUERTE
Tardó en contestar. Sabia como hacerlo sentir como un estorbo. Marco estaba más que harto de estas sutilezas.
-Hola Cariño.
-Hola Rosa. ¿Como estas?
-aquí en casa de mi hermana. Hoy es su cumpleaños. Han venido muchos amigos. Y tú, cariño ¿Qué haces?
-Ya sabes que no me gusta estar solo.
-Mañana te llamo y quedamos, ¿vale?.
Marco sabía que lo decía por quedar bien. Lo sabía de otras veces y por el tono de voz fingido.
-Vale cariño. Que lo pases bien con tu hermana. Espero tu llamada. Adiós
-Adiós Cariño. Que descanses.
Marco sabía que todo era mentira, como las otras veces, como tantas otras veces desde hacía meses. Pero a él no le engañaba. La conocía muy bien y no iba a tolerar más ese menosprecio. Se enfundo el gaban y cogió unos guantes de la cocina y un cuchillo de grandes dimensiones. Lo escondió en el interior del abrigo y salió a la calle. No tardó en llegar a los alrededores de la pensión “El Cielo”, donde sabía que se encontraba con su amante. Se escondió bajo las ramas de un frondoso árbol a pocos metros del portal y esperó. Pasaron varias horas. Pensó y pensó, cada vez más resuelto a llegar hasta el final. Agarraba con fuerza el cuchillo, hasta herirse con su filo.
La luna presidía el firmamento desde lo alto de la cúpula celeste, iluminaba la noche tranquila con su luz de plata. La Ciudad dormía en silencio y en la calle no había nadie. Solo alguna pareja enamorada que buscaba la soledad de las afueras de la Ciudad.
Serían las cinco de la madrugada cuando los vio salir. Bien abrazados, después de una noche de amor. Ella llevaba el pelo algo desarreglado y le miraba con ojos de enamorada. él le susurraba algo al oído y los dos reían ajenos al mundo entero. Los siguió desde lejos hasta que se separaron después de un largo beso. Apresuró el paso hasta ponerse a la altura de Rosa. Sin mediar palabra le tapó la boca con una mano descargando con la otra una puñalada de rabia en todo el corazón. Forcejearon y le asestó una segunda en el vientre. La sangre negra manaba en abundancia. Rosa se desvaneció a los pocos segundos. Tendida en el suelo vio la cara de su agresor y sus ojos se encendieron incapaz de comprender lo que pasaba. Marco la miraba con frialdad, viendo como la vida se le iba. El brillo de los ojos de Rosa se apagó y marco se alejó mientras se deshacía del cuchillo, los guantes, y se limpiaba la sangre de las manos.
Cuando hubo caminado algunos metros le sobrecogió un sentimiento de profunda tristeza y desolación. Sintió que algo se había roto en su interior. Algo que le acompañaba desde hacía años, algo que ahora se había convertido en un inmenso vacío, profundo y amenazante Dejó de andar y sus ojos empezaron a sollozar. Casi sin fuerzas se dio la vuelta y se dirigió hacia Rosa. Ahí estaba, tendida en el suelo, en medio de un charco de sangre negra y espesa, que aún manaba. Su mirada muerta se perdía en el firmamento. Se acurrucó junto a ella y empezó a abrazarla, cada vez con más fuerza. La besó con pasión, como si quisiera devolverle la vida.
-Rosa, Rosa, mi dulce Rosa. Eres lo que más he querido en esta vida. Rosa, amor mío, eres todo mi mundo.
Se quedo allí, abrazado a ella, quería retroceder en el tiempo, deshacer sus actos atroces y devolverle la vida a su amada, su dulce Rosa, sin la que, lo sabía muy bien, no podría seguir viviendo…
Los primeros rayos del amanecer rasgaban la noche, y a lo lejos, la Ciudad se despertaba con su murmullo de coches y transeúntes. un nuevo día empezaba.
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