Me utiliza, pero me gusta... (Parte 3)
Por Charles III
Enviado el 25/06/2020, clasificado en Adultos / eróticos
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Este primer día no había llegado a su fin, y ya, poco antes del mediodía Paola me había "gozado" por primera vez. Recién finaliza la tarde, y ya despejó mis dudas: sí le gusta el sexo oral, "mamar" y lo hace muy bien. Ella también reafirmó que las cosas son cuando ella quiere, como ella quiere, y que si yo no estoy de acuerdo diga "no" y ahí acaba todo. Luego de su reciente faena de felación, al salir de la habitación Paola sentenció: "no pongas seguro a la puerta".
Permanecí alrededor de 20 minutos más, deleitándome en mi cama, evocando mentalmente, las increíbles sensaciones que me había provocado. Para bajar la euforia y calor que aún sentía en mi cuerpo, decidí ducharme nuevamente.
Absorto con el chorro de agua cayendo sobre mi cuerpo, percibí de repente que alguien estaba a mi espalda. Al voltear, Paola jabón en mano, frotaba su cuerpo. Intentaba cubrirlo con espuma, pero no lo lograba, y sobresalían sensualmente sus pezones erectos, su estilizado ombligo, su rasurado pubis y sus anchas caderas. Dándome el jabón, se volteó invitándome a enjabonar su espalda. Pero, lo que primero vi, fueron sus redondeadas y ricas nalgas que me pedían las tomara. Pegué mi cuerpo al suyo, restregué mi pene contra esos sabrosos glúteos. Jabón en mano las acaricié, primero despacio, lento, suave, con movimientos circulares. Luego, asiéndolas fuerte, apretándolas con mis manos.
Movía mi mano de arriba a abajo, a lo largo del canal formado entre sus nalgas. Toqué su ano, lo sentí contraerse, al tiempo que ella gemía: "mastúrbame, tócame el clítoris, quiero un orgasmo". Pegado a su cuerpo, besaba, lamía sus orejas, su cuello. Mis manos acariciaban sus pechos, jugaba con sus pezones. Mi erección era descomunal. Resbalosa por el jabón, mi mano bajaba. El agua caía sobre ambos, los besos muy, muy húmedos.
Rocé, acaricié su ombligo. Bajé a su pubis, casi totalmente rasurado, excepto por un pequeño triángulo de vellos finamente cortado y delineado, que era la bienvenida, a lo que parecía ser un mundo de placer. Acaricié su vagina. Paola se restregaba contra mí. Separé aquellos carnosos labios vaginales con el pulgar y el meñique, e introduje los dedos medio e índice, y subí despacio hasta llegar a palpar su clítoris, lo que le provocó un sobresalto hacia atrás. Ella de espalda, sujetaba mi cuello, su culo se restregaba contra mí.
Susurraba, gemía, sonidos de aceptación y placer, con cada toque que mis dedos daban a su clítoris. Lo acariciaba en círculos, delicadamente, y ella vibraba entre mis brazos. Movía mis dedos acariciando con las yemas su clítoris, de arriba a abajo, de abajo a arriba, y ella se contorneaba de placer. Mas rápido, más rápido pedía. Mas fuerte, con más fuerza, exigía. Mecía sus caderas hacia atrás y hacia adelante, buscando alinearse al ritmo de mis dedos.
Al cabo de un par de minutos de ese continuo masaje, con unos grititos de placer anunciaba un primer orgasmo. Murmuraba: "sigue, no te detengas, sigue", y rápidamente tuvo otro orgasmo. Serpenteaba asida con fuerza, de espalda, a mi cuello, yo la apretaba contra mí, seguía frotando mis dedos en su clítoris. "Introduce más tus dedos, arquéalos. Toca la parte superior de mi vagina". Obedecí. "Ahí, ahí, sí" gimió. Yo sentía que acariciaba una textura como de una semilla pequeña de durazno, y transcurridos no más de 20 segundos, Paola lanzando un grito de placer, gozaba de otro orgasmo, extenso, más largo y placentero.
Abandonándose, sin fuerza en mis brazos, titiritaba, vibraba, temblaba, ronroneaba de placer. No decía nada, solo jadeaba y gemía como en shock, en un trance de puro placer. Una vez recuperada del shock orgásmico, cerró la llave de la ducha, tomó una toalla, se envolvió en ella, y salió del baño. Yo salí a tiempo de verla cubrir su cuerpo con un liviano vestido, y abandonar mi habitación, diciendo: "Gracias, ha sido un maravilloso día. He tenido mucho placer y gocé como no lo hacía hace rato. Te veo mañana. Aún eres mío". Y salió cerrando la puerta.
Este fue solo el primer día. Me voy a dormir agorado, rendido. Sigo sin saber casi nada de esta mujer, además, no sé que esperar mañana y los próximos días...
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