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Eran las diez pasadas cuando la familia, formada por el matrimonio y dos hijos, se sentó a la mesa.
Tenían comida en abundancia.
El Padre , con gesto decidido, comenzó a abrir latas y envases de espárragos, mayonesa, atún en escabeche, anchoas, perdices y otras viandas, que iban devorando a un ritmo frenético. Para trasegar todo el condumio, bebían leche de tetrabrik.
A las once estaban ya hartos de comer, pero aun quedaban alimentos por consumir, así que redoblaron esfuerzos y continuaron cenando.
Faltaban veinte minutos para las doce, cuando apareció la tarta helada. Con arcadas manifiestas lograron darle fin justo cuando el reloj comenzaba la cuenta del nuevo día.
Respiraron aliviados.
Por un minuto no habían consumido alimentos caducados.
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