Te perdono, me perdono.
Estar en un estado de victima constante evitando ser responsable de nuestras propias vidas también es una adicción parte de la ilusión que nos distrae de la cruel realidad.
Te perdono porque a pesar de todas las caídas y las traiciones no hay nada peor que estar en una rueda de intentos, girando y queriendo aunque no pudiendo.
La valentía y el empuje necesita de mucho coraje, fuerza, determinación y positivismo diario, eso que en un conjunto es la voluntad; esa tambièn se practica, ejercita y trabaja.
Levantarse es algo que en general a una cierta edad y con pocas cosas o personas cuesta demasiado, y ahí te va:
-Tal vez un hijo es tu motivo… ¡pero pobre hijo! Toda la carga y obligaciones impregnadas en él.
-Tal vez tu trabajo te dé el empuje, pero ¡ojo! con no llegar a ganar lo que deseas ò no tener el conocimiento suficiente en ese momento de presentación junto con tus nervios, el entorno, los pedidos.
-Tal vez tu pareja sea quién te de la fuerza, pero la actitud de esa persona determinarà de algùn modo tu entusiasmo y tu energìa.
-Tal vez sean tus padres los que te den ese motivo, pero vaya hermosa vida, tus padres se irán como todos en este mundo, ellos realizaron su vida, quieren disfrutar de su gran esfuerzo y sus logros, entonces te apoyaran en cada instante.
Ahi comprendes que el gran trabajo es puro y exclusivamente tuyo.
Entras en ese estado incomprensible de comprensiòn:
¿Hasta qué punto ser “dueño” de tu propia vida y hacer con ella lo que te plazca es tan satisfactorio y reconfortante?
¿Hasta qué punto aceptamos y reconocemos con libertad que ya somos libres?
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