La hora de la siesta

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Yo ya estaba acostado cuando tú llegaste cálida y deseosa, te acostaste a mi lado, tu cara pegada a mi cuello, pudiendo sentir tu respiración intensa, tus manos bajaron, dirigiéndose a mi pene, lo acaricias, lo excitas, crece, el jadeo de tu respiración aumenta, ya estoy despierto, tenso, bajas, te arrodillas, tus labios turgentes, tu boca profunda, tus manos suaves hacen el resto del trabajo, acaricias, succionas, besas, no puedo aguantar tanto placer.

Te tomo, te tiendo bajo mí, penetro la punta acariciando tu clítoris, siento como se empieza a humedecer tu cavidad, invitándome a entrar, exploro, penetro, recto, con círculos, investigando, despacio, siento como deseas más, me lo pides, tengo que esforzarme, aumenta la cadencia, los jadeos, las caderas se mueven intentando pegarse, se separan, así cada vez más, rápido, más fuerte, te sometes al placer, orgasmo tras orgasmo hasta que me corro en tu interior, tus últimas contracciones succionan mi esperma, desfallezco, tú sigues tocándote, quieres más, insaciable hasta que sientes que te vacías, un escalofrío embriagador recorre tu cuerpo exhausto, tu mano vuelve sobre mí, esta vez para descansar, es la hora de la siesta.


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