El amor era tan eficaz para algunas cosas y tan inservibles para otras. Era un sueño para mi realidad y una realidad para mi sueño. Por esa triste razón llegue a pensar que no existía, que era un rostro más entre tantos otros que amenazaban mis dulces y tan queridos sueños. Cuando la vi por primera vez, me inunde en un mar tan lleno de ternura que me costó días querer salir. Y cuando Salí. Ella estaba ahí esperando que llegue a mi lucidez completa para hacerme creer que era tan de carne y hueso como yo, que no era mi imaginación que me jugaba una mala pasada. Ella socorro mi llanto, alivio mi dolor, me hizo sentir un mundo diferente, y con el tiempo se trasformo en mi mundo. Ella me comparto sus más íntimos sueños, sus más profundos pensamientos acerca de todo lo que creía, pero era irónico pensar que ni nuestros nombres sabíamos para no perder el encanto de nuestros encuentros. Sabía lo que pensaba, traducía cada mirada, cada silencio aun mejor que los míos. Presentía cuando ella no quería hablar, por su forma tan altiva de llegar, cuando se abría con todo su corazón porque llegaba cantando, saltando y alegre. Ella me hablaba cuando quería y yo me destinaba solo a escucharla y para mi estaba más que bien. Yo le escribía poemas, ella los recitaba. A ella le gustaba pretender que no nos conocíamos, para presentarnos de nuevo siempre con nombres diferentes y nunca con el real. Un día con el dolor que nunca pensé presenciar en ella, me dijo casi llorando que era hora, que debía irse. Recuerdo sus palabras, como recuerdo cada centímetro de su cuerpo no me olvides porque es solo en tu recuerdo donde puedo estar viva. No le pude decir nada, toque su rostro y todo su cuerpo se fue con mi mano, desvaneciendo como polvo hasta el punto de entender que ya su presencia física se había disuelto en mí, en los recuerdos. Abrí mis ojos vi el mundo que ya conocía. Tantas miradas se fijaron en mi, tantas explicaciones, tantos lamentos, tantas alegrías. Escuche atentamente, lo que un hombre tenía que decirme. Fue un accidente, tres meses en coma, ya no tenía ni mi mano derecha ni a mi esposa. Ella iba a vivir en mis recuerdos, en mis sueños, en mi todo.
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