COMUNIDAD DE BIENES parte 2

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. Decidió que Rosalía debía de haberse dirigido a visitar a uno de estos 3 últimos Lo del abogado y el médico, podía estar relacionado con consultas particulares, pero lo del escritor, no podía, supuestamente,  relacionarse con asuntos profesionales, por lo que optó en primer lugar por investigar a este último. Apenas disponía de más datos que el de su domicilio, su edad,  su fotografía  y el título de las obras que había escrito, pero era un punto de arranque. Roberto tenía un amigo periodista, que le debía más de un favor, así que le llamó pidiéndole que solicitase una entrevista al escritor y que él lo acompañaría como fotógrafo. El amigo accedió y llamó al escritor, quien aceptó encantado y fijaron la fecha para 2 días después.

Tras las presentaciones de rigor, Roberto le solicitó que posase para la sesión de fotografía y de este modo hizo una docena de flashes. A continuación comenzó la entrevista, para la que el periodista se había preparado con anterioridad, leyendo resúmenes de la obra del escritor. Al cabo de un rato, Roberto solicitó permiso para ir al baño y el escritor le indicó como encontrarlo. Roberto provisto de su cámara se dirigió al baño y echó un vistazo a las habitaciones circundantes . Una de ellas tenía la puerta cerrada, que abrió con sigilo, para encontrarse con una foto de Rosalía,  enmarcada , sobre una cómoda. Hizo una foto de la misma y salió a toda prisa, cerrando la puerta a sus espaldas. Regresó al despacho donde se efectuaba la entrevista, satisfecho del botín obtenido en la visita. Unos minutos más tarde se despedían del escritor, no sin prometerle el periodista que le enviaría la transcripción de la entrevista antes de su publicación.

Ahora que ya tenía la prueba principal, se trataba de obtener imágenes comprometedoras de la pareja, para lo cual se puso de centinela frente al domicilio del escritor todas las tardes, pero no obtuvo ningún resultado positivo, pues los días que Rosalía iba a visitarlo, siempre salía sola del edificio, sin que el escritor le acompañase. Convencido de que debían encontrarse en algún lugar aparte del piso, decidió seguirlo a él, aparcando su coche a la vista de la salida del garaje del edificio. Cuando llevaba varias tardes de vigilancia y comenzaba a estar ya harto de esperar, lo vio salir de repente en su coche y puso el suyo en marcha dispuesto a no perderlo de vista. El coche del escritor efectuó un largo recorrido, saliendo de la ciudad por una carretera secundaria, hasta un pequeño pueblo de la costa, donde  aparcó frente a un bar. Se bajó del vehículo y traspasó la puerta del bar. Roberto hizo lo mismo y vio que el escritor se había sentado junto a una mesa del fondo. Roberto se quedó en la barra a la espera de acontecimientos. No transcurrieron ni diez minutos, cuando Rosalía entró y se dirigió con paso firme a encontrarse con el escritor. Roberto terminó su bebida y salió del bar, buscando el mejor lugar para fotografiarles cuando salieran. No tuvo que esperar mucho tiempo, pues al cabo de un rato se abrió la puerta y salió la pareja cogida del brazo. Roberto se apresuró a enfocarlos y disparó la cámara varias veces. Ellos se metieron en el coche de Roberto y se  pusieron en marcha continuando la línea de la costa, mientras Roberto no los perdía de vista desde su propio coche. Pararon en un albergue discreto para cenar y los volvió a fotografiar a la salida. Luego regresaron al punto de cita inicial, donde se dieron un beso de despedida, que Roberto plasmó con su cámara y Rosalía se puso al volante de su propio coche y cada uno regresó por su cuenta a la ciudad.

Con las pruebas en la mano, Roberto mandó una carta a Rosalía, diciéndole que por un asunto personal de su interés la citaba para entrevistarse con él al cabo de 3 días a las 12 del mediodía en un bar determinado y firmaba como: un admirador. Rosalía no se presentó a la cita y entonces Roberto volvió a escribirle, diciéndole que no le había gustado nada el plantón y que si en esta segunda oportunidad no acudía, se arrepentiría toda su vida.

Rosalía se presentó en esta ocasión y Roberto la llamó desde su mesa, invitándole a sentarse frente a él, cosa que hizo con un gesto de desconfianza. El le dijo que estuviese tranquila, que se trataba de hacerle una oferta. A continuación abrió una carpeta y sacó un puñado de fotos que puso en manos de Rosalía. Ella no pudo reprimir un grito de sorpresa y se puso pálida. Roberto le dijo entonces que el asunto no tenía por qué llegar al conocimiento de su marido, si ella estaba en disposición de llegar a un acuerdo, que solucionaría el problema.

Ella, apenas sin resuello, le preguntó a que se refería exactamente, a lo que Roberto contestó que ya que engañaba al marido con el escritor, también podía incluirlo a él en el menú. Rosalía le dijo que eso era un chantaje y que no podía aceptarlo de ningún modo, a lo cual Roberto replicó que entonces se vería obligado a tener una charla amistosa con su marido. Ella recapacitó y le preguntó que cual era la fórmula que había planeado para conseguir sus fines y él contestó que se conformaba con un encuentro semanal, porque tampoco quería desbancar al escritor de su posición de amante oficial. Rosalía, a regañadientes, aceptó el trato y Roberto le propuso ir a comer juntos para celebrarlo.

 

 

 

 

 

 

 


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