EN BUSCA DEL HÉROE 1
Por franciscomiralles
Enviado el 05/07/2020, clasificado en Fanfiction
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A Irene Ferrer que era una hermosa joven morena que trabajaba de funcionaria en el departamento de Oficina de Empleo del gobierno autónomo de su comunidad no le satisfacían en absoluto los hombres con los que se relacionaba. Ella anhelaba un sujeto con un temperamento fuerte que la supiese proteger en las difíciles situaciones de la vida que se le pudiesen presentar, pero hasta ahora no había tendo suerte ya que todos ellos se desinflaban a la menor adversidad.
Sin embargo un día en que ella había ido de compras a una tienda de ropa femenina en una calle de la parte alta de Barcelona, se le ocurrió entrar en un sofisticado PUB que se encontraba en un extremo de la misma que tenía unos asientos tapizados de terciopelo granate junto a unas mesitas que simulaban ser coches de carreras. Entonces la joven para su asombro descubrió que en la barra del local había a un hombre fornido, de piel bronceada y con una discplicente expresión en la mirada tomando un martini seco, el cual parecía sugerir que él no se amedrentaba ante nada.
Irene se acomodó en una mesita de aquel sitio y pidió al camarero un "San Francisco" que era un cóctel de frutas y mientras esperaba a que le trajesen dicha bebida se dispuso a encenderse un cigarrillo, cuando de pronto aquel tipo duro de la barra se le acercó y le dio fuego con su mechero.
- Si esperas a alguien es mejor que no venga. Así te podré conocer yo - le dijo él con acento anglosajón.
Ella lo miró de reojo, para darle a entender que no la había impresionado; aunque por supuesto ésto era una gran mentira.
- Pero yo estoy convencido que sea quien sea, no está a tu altura en ningún sentido - prosiguió aquel dandi
-Ah. Y tú sí que estás a la altura ¿No es así? - respondió ella con familiaridad.
- Puede ser que sí.
-Eres un presuntuoso. Tú no eres de aquí ¿verdad?
- No. Soy inglés. Y mi nombre es Bond; James Bond.
-¡Anda ya! ¿Es que me quieres tomar el pelo? Si éste es un personaje de ficción - le respondió Irene con una risa incrédula.
- Es verdad. Muchos autores de novelas basan sus personajes en seres reales; aunque les dan un toque magnificado para despertar el interés del lector. Yo en un pasado fui comandante de la Marina Británica, y luego pasé a trabajar de espìa para el Servicio de Inteligencia de Su Majestad. Ahora estoy aquí disfrutando de unas pequeñas vacaciones, porque me encanta la cultura mediteránea.
Aquello no era del todo cierto. Al famoso espía del Gobierno de su Majestad al que él había servido con una ciega fidelidad, ahora sólo le llamaba muy de vez en cuando para hacer algún rutinario trabajo sin ninguna emoción, puesto que su departamento prefería contratar a agentes mucho más jóvenes y dóciles que el gran aventurero, quienes lo miraban por encima del hombro con desfachatez.
Mas Irene sin darse demasiada cuenta se dejó llevar por el experimentado magnetismo de aquel sujeto, y no tardaron en besarse con una inusitada pasión. ¡Y que bien sabía bedar aquel hombre! - pensó Irene con un suspiro.
Cuando aquella pareja salió de nuevo a la calle, él le propuso de ir al hotel en el que se hospedaba.
- ¡Ay James! Creo que corres demasiado - le dijo ella aparentando una reticencia que estaba lejos de sentir-. Es conveniente que primero nos conozcamos mejor.
-Mira. La vida es corta y hay que aprovecharla. ¿No te parece? La cuestión es que mi deformación profesional me ha hecho ver el mundo desde una perspectiva nada convencional, y hace que yo tenga mis propias conclusiones respecto a los hombres y las mujeres - le respondió james Bond sin tapujos-. A veces, cuando uno quiere estar con otra persona del sexo opuesto, suele preguntar el parecer del ser deseado a un tercero. Todo el mundo depende de la opinión ajena. ¿Pero qué se saca con éso? Los demás siempre te darán un juicio subjetivo, parcial. Y como la gente se siente insegura y es amante de las malas noticias, le darán una respuesta negativa acerca de dicha persona. Pero ésto no sirve para nada. Es una tontería. Los animales no consultan a nadie sobre otros animales. Ellos miran, huelen y sienten. En el amor, sólo importan nuestros propios sentimientos al margen de cualquier consideración moral. Por eso hay que dejarse llevar por nosotros mismos, tan pronto como se presenta la ocasión.
Como el espía había tomado la iniciativa a aquella chica que era la hija de una familia catalana de clase media, y se había quedado casi sin habla ante la apabullante palabrería de aquel tipo, ella se dejó conducir sin rechistar al refugio del espía inglés donde pasaron una velada inolvidable. Tanto fue así que Irene canceló todos los compromisos que tenía con otros pretendientes, y su atención quedó prendida de aquel carismático héroe de leyenda.
No obstante las cosas vividas de cerca nunca son tan brillantes como en un principio nos habíamos imaginado. Reultaba que Irene había conseguido que James Bond fuera a vivir a su apartamento y ella descubrió que su compañero era capaz de fumar cuarenta cigarrillos diarios impregnando la casa con un insoportable humo tan espeso como la niebla de su país, y bebía whyski en exceso. Por otra parte al famoso héroe parecía que le faltaba un tornillo en la cabeza. Cuando iba por la calle no hacía mucho caso de los semáforos, y lo pasaba en grande desafiando los demás peligros que pudieran depararle la gran ciudad.
Irene se sentía desconcertada de aquel estrafalario comportamiento, y se preguntaba si no se había equivocado en sobrevalorar la figura del héroe. Ella quería a alguien que la ayudase en los pequeños problemas de la vida cotidiana y no le hacía ninguna gracia el inconsciente arrojo, la desvergüenza de su pareja.
- Pero es que yo amo el peligro - le respondió él cuando la chica le reprochó su proceder-. Gracias a mi arrojada manera de ser, vosotros la gente de orden podéis dormir tranquilos. Además yo soy espìa y no sé hacer nada más.
-¡Pues así no vamos bien james! Si desde Londres no te llaman tendrás que reciclarte y aprender un nuevo oficio para poder vivir como Dios manda - le increpaba ella molesta.
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