Siempre fui rebelde
Hoy nadie deja de preguntar por mí, ¡qué fastidio! Hace unos días mi madre no dejaba de importunarme con la misma cantinela. «¿Quieres hacerme el favor de colocarte como debes?»
¡No podía entenderla! ¿Es qué no le interesa lo a gusto que estaba? Yo, allí sentado tan relajado con mis pies en alto. Lo llevaba claro si creía que me iba a mover. Pero, como es de suponer, no me dejó en paz hasta que se hizo su santa voluntad.
De repente alguien abrió una ventana, que yo ni sabía que estaba allí, me sacó de este hermoso lugar y me zarandeó hasta que lloré.
Solo por tener mi trasero donde debía estar mi cabeza. ¡Qué injusticia! ¿Esto será siempre así?
Este relato pertenece al libro de cuentos cortos "tiempo de relatos"
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