Era un precioso día. No quedaba rastro de la lluvia y había un rastro prometedor de un radiante sol aquel día. El bosque estaba inundado un u increíble y característico aroma natural. Una combinación de los elementos naturales y de los seres que lo habitaban. Sebastián decidió salir a pasear por el bosque que solía visitar años atrás, Esta vez, en calidad de observador.
Nada indicaba que aquel día fuera a ser diferente, Pero el destino es caprichoso e insiste en sorprender a las personas cuando menos se lo esperan. No fue muy lejos cuando vio a un hombre de color sentado en un tronco. Sebastián fue cauteloso al notar sus orejas de animal y su cola. El hombre le sonrió y se acercó. Sebastián se detuvo en estado de alerta.
—Grandes desafíos lo esperan en el camino. Cuando la trampa sea evidente y la respuesta presionada, solo un Puka Relámpago podrá ayudarte —hubo una pausa. La sonrisa del hombre extraño no le dejó concentrarse. Tras varios segundos se retiró hacia unos arbustos. Sebastián se acercó para no perderlo de vista y no vio a nadie, solo un conejo negro escabulléndose.
Continuó su camino dándole vueltas a lo que acababa de pasar. Al llegar a un pequeño lago, quiso refrescarse y descansar un momento, aunque estaba inquieto. No quería demorarse mucho y se le apareció una espeluznante criatura con seis cabezas que se arrastró impidiéndole continuar el camino.
Las siete cabezas hablaban casi a la vez o repetían lo que decía una. La criatura se identificó con varios nombres entre ellos Ek Chapat y con una sinceridad abrumadora.
—Tenemos hambre y queremos devorarte, pero podés marcharte si respondés un acertijo —. Sebastián se sintió atrapado, sin ánimos para correr. No podía creer que el bosque que tantas veces visitó, estuviera lleno de criaturas tan espeluznantes y hombres raros.
—¿Tengo alguna alternativa?
—Ninguna, a menos que quieras volverte huesos y desechos.
—Está bien —dijo dudando— ¿Cuál es el acertijo? —Una de las cabezas miró con satisfacción y habló:
—No estoy vivo pero crezco, necesito el aire para vivir pero no tengo pulmones, y aunque no tengo boca, el agua me mata. ¿Quién soy?
Sebastián intentó concentrarse, pero solo sentía en profundidad el hambre y las horrorosas cabezas de la criatura no le dejaban concentrarse.
—El tiempo corre, tica tac tic tac…
—¿Un árbol? —Sebastián vio como la criatura sonrió y lo saboreó.
—No. El fuego. Decime un acertijo rápido. Tengo hambre.
—Dos vacas detrás de una vaca, dos vacas delante de una vaca y una vaca en el medio. ¿Sabrías decir cuántas vacas son?
La criatura pareció pensar. Las cabezas adoptaron una mirada seria y hablaban entre ellas. Respondió la que había hablado con Sebastián:
—Tres —La respuesta borró la satisfacción del muchacho.
—Bien nadie perdió ¿Me puedo ir?
—¡No! Hay que desempatar.
—Quiere decir que si pierdo…
—Te comemos y si ganás sos libre —Sebastián aceptó el último desafío— ¿Cuál es el camino hacia la felicidad?
El Ek chapat no quiso apresurarlo porque nadie había podido responder satisfactoriamente a la pregunta. Sebastián lo pensó con cuidado. Analizó cada palabra y el sentido. La criatura empezó a impacientarse y cada vez los presionaban más. Las cabezas no dejaban que se concentre, entonces.
—¿Cuál es el camino a la felicidad? —murmuró. Entonces recordó lo que el ser extraño le había mencionado. La criatura era el desafío del camino y la pregunta es tramposa—. La felicidad no es un camino son momentos que se viven con aquellos que traen paz como… ¡Relámpago!
Un caballo de pelaje negro, que recubría todo el cuerpo, sorprendió a la criatura de la nada. Sebastián montó y como si estuviese con su veloz compañero nuevamente desapareció, dejando a la criatura bien atrás.
Autor: Edgardo Nocetti
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