Soldadito de plomo,
la triste realidad
miras con asombro.
Nueva normalidad
por el poder escupida
a nosotros sin piedad,
deja nuestra mente ida
y al alma reprimida.
Algunos de ella huyen,
otros con ella conviven.
Me pregunto: ¿acaso ven
a los que en ella malviven?
Como el hombre de la esquina
que clama en su agonía,
ve como día a día
a su alma la confina
tanta ilusión vacía.
Esto es la nueva normalidad.
O tan solo la misma crueldad
vestida de aparente seguridad.
Soldadito de plomo
que sientes impotencia
ante tanta complacencia,
miras con indiferencia
a la vez que con tristeza.
Ante la nueva miseria
algunos te dicen reza.
Hombre de la esquina
preso de la indigencia
hecha tu penitencia.
Ciegos ante la pobreza
con sus oscuras miradas
hoy te derrochan fiereza
sus bocas amordazadas.
Hoy te miran con inquina
a ti, hombre de la esquina.
Te invade la culpabilidad
de sentirte sucio.
Sueñas con la tranquilidad
de un hogar, un refugio.
Hombre de la esquina,
soldadito de plomo,
que frío contuvo
intemperie y calor.
Que tuvo miedo, sed,
e infinita escasez.
Pero ya no pudo
con tanto dolor.
Su suciedad se llevó
con un último aliento.
Al menos eso invadió
su débil pensamiento.
Un desgarro de bondad
a esta ingrata humanidad.
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