Chantaje a mi madrastra promiscua 6/6 (final)

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Me hubiese gustado poseerla una vez más sobre ese sillón, pero Florencia dijo que ya había hecho todo lo que quise, que por favor la deje en paz.

A la noche, tuvimos la velada más bizarra de mi vida, ya que cenamos con mi padre. Hicimos un esfuerzo exagerado por parecer que actuábamos normales, así que mi padre preguntó si había pasado algo. Florencia le inventó alguna mentira, y el asunto quedó, aparentemente, zanjado.

Por la noche, no pude dormir. Lo que había hecho era una locura, pero sobre todo, una vil traición. La peor traición que pudiese cometer un hombre. Me prometí que me iría de casa. No quería estar a solas con Florencia nunca más. No había fuerza humana que me impida atraparla, desnudarla, y poseerla, cada vez que pudiera. Tampoco agunataría ver a mi pobre viejo a la cara después de lo que le había hecho. Era una pésima persona. Tanto así, que, mientras me sentía culposo, no paraba de masturbarme rememorando los sucesos de la tarde. Debía poner un punto final a esa situación que se me había ido de las manos. Debía alejarme de esa casa, y, al mismo tiempo, debía buscar la manera de hacer que papá descubra quién era Florencia.

Eran las tres de la mañana, cuando me decía todas estas mentiras. Fue entonces cuando se abrió la puerta de mi habitación.

La luz se encendió. Era Florencia. Llevaba un body negro con transparencias.

– ¿Qué haces? ¿Estás loca?

– No te preocupes, tu papi duerme como un bebé. – se subió a la cama y comenzó a gatear hacia mí.

– Vos me mandaste el video ¿No? – le pregunté, aunque ya sabía la respuesta.

Florencia hizo a un lado el cubrecama, y se encontró con mi cuerpo semidesnudo, solo cubierto con un bóxer. Lo agarró por el elástico de la cintura y lo bajó.

¬– Ya me imaginaba que estabas haciendo chanchadas. – Dijo, agarrando mi verga pegajosa. Comenzó a masajear el tronco, y no tardé en endurecerme de nuevo.

– ¿Por qué haces esto? – pregunté. Florencia rió. Sus labios ya estaban pegados a mi glande.

– Es una fantasía. – susurró, y se metió la pija en la boca.

Lamió con salvajismo el glande, mientras masajeaba mis bolas peludas, y yo estiraba la mano para estrujar su teta suave y enorme. Sus labios enseguida se impregnaron de mi leche.

– ¿Esta es tu fantasía? ¿Cogerte a padre e hijo?

Florencia me mostró como se tragaba mi semen.

– Sí, pero tu papá es medio puritano, nunca aceptaría un trío, mucho menos con vos.

– Estás loca.

– No estoy loca. Vos no entenderías lo difícil que es saber que podés tener al hombre que quieras. Que ninguno te diría que no. Necesitaba una experiencia nueva, una experiencia intensa. Necesitaba sentirme viva de nuevo.

No supe qué decir. Florencia giró su cuerpo y puso sus nalgas frente a mi cara. Besé sus glúteos. Hice a un lado la tela que separaba sus nalgas, y enterré un dedo en su ano.

Florencia gimió, y yo se lo enterré con mayor profundidad. Una falange ya estaba perdida en su culo. Luego se lo metí más adentro. Florencia gemía, cada vez más fuerte, mientras papá dormía en su habitación.

Fin.


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