El deseo, la noche... y yo perdida en tu mirada

El mar, invisible, 

sigue ahí, 

escondido entre las sedas de la oscura noche

tan negro como el cielo vestido de estrellas.

No sé qué constelación me ilumina 

pero señala un único camino,

el que me lleva sin pausa hacia ti.

Me siento

sin remedio atraída

por tus ojos pardos,

sus pupilas dilatadas,

esa encendida y profunda mirada 

que delata el deseo que sientes,

que no puedes, ni quieres, esconder.

Mientras las olas susurran,

mi excitación va creciendo

y me gusta perderme en ellos

al tiempo que mis manos 

van despojando de ropa 

tu cuerpo.

Mis dedos inician su tortura

con caricias que decoran a oscuras 

toda tu piel, todo tu espacio

mientras ávidas, 

tus manos perfilan mi desnudez

dejando el rastro de una huella ardiente

que ansía su sofoco con urgencia.

El silencio, sólo rasgado

por ese murmullo incesante,

las palabras 

se hacen supérfluas,

los sentidos hablan 

con erótico lenguaje

y únicamente se deja oír 

un sonido entremezclado

roce de piel,

suspiros de placer,

que comparte la noche con la marea

bajo la cúpula decorada de estrellas.