De pronto vienen a mi cabeza de manera instantánea emociones abstractas, las que viajan y reflotan de manera automática en mi actualidad, entre mis pasos llenos de barro y pensamientos variados. Hay cierto tipo de clima –entre la lluvia y el granizo- que me hace recordar eventos fundamentales que me construyen como persona. Por lo general son de fechas en las que conocí amores culturales de diferente tipo, ente los que cuentan el futbol y el rock&roll.
Es posible que la pandemia me tenga paranoico, fortaleciendo mis locuras internas, pero debo ratificar que no son conductas afanadas, simplemente existen de existencialismo y emergen en el momento preciso de la congoja emocional que es sustentable en la actualidad.
Hoy mientras paseaba a mi mascota dentro de los marcos permitidos por las restricciones sanitarias me vi envuelto en la edad de unos doce años, grabando casete de canciones emitidas por la radio de rock de mi país; conociendo nuevamente como si fuera por primera vez a The Doors, Cream o Black Sabbath. Todo mi vicio musical del recuerdo era improvisadamente interrumpido por mi padre que se veía muy animado al festejar un gol de la selección chilena de fútbol, lo celebrábamos juntos con pasión, algo que me devolvió a la actualidad recordando el cementerio en los que están sus restos junto a gusanos.
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