DIEZ DIAS DE CONFINAMIENTO

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Acababa de entrar a la ducha, se encontraba sola en casa, más motivo para relajarse. Abrió el agua que comenzó a deslizarse por su cara cuello, pechos, ombligo y pubis.

Esa sensación activó el calor de su cuerpo y pronto se encontraba con una pierna sobre el lateral de la bañera masturbándose hasta encontrar el clímax.

Isabel tuvo que pasar al agua fría o aquello no acabaría allí, salió de la ducha, observó en el espejo sus pezones estaban tan duros que podían cortar el cristal.

Se excitó de nuevo pensando como quedarían dentro de la boca del nuevo vecino de enfrente que se acababa de mudar.

Hizo porque se esfumara de su cabeza ese pensamiento que le acababa de sacar una sonrisa, andaba hacia su cuarto cruzando el salón desnuda cuando tuvo una extraña sensación, se detuvo y abrió el ventanal de su cuarto y allí estaba, el nuevo vecino en su balcón, de espaldas a ella, solo con un pantalón de deporte y una pesa en cada mano.

Todo sudoroso pero apetecible.

Isabel dio un fuerte golpe a la silla del tocador para que cayera al suelo e hiciera un gran ruido, lo consiguió, llamo la atención de él que al volverse la vio completamente desnuda.

- ohh disculpa dijo el y se volvió rápidamente. -No hay nada que disculpar dijo ella, se volvió hacia el cuarto, y controlando disimuladamente comenzó a aplicarse la crema hidratante muy lenta y provocativa mente exhibiéndose ante él.

Estaba en ello cuando sonó el timbre de la puerta, no esperaba a nadie así que le extrañó, supuso que sería la cartera así que no se molestó en cubrirse mucho.

Se puso un camiseta tan vieja y escotada que dejaba entrever al completo sus pechos. Al abrir la puerta, allí estaba el, tampoco se había molestado en ponerse nada más. Isabel sintió una punción en el pubis que la hizo estremecer todo el cuerpo.

-Hola, dijo el.

-No vienes a por sal, ¿verdad? - susurró ella - No me hagas esperar - tiró de él hacia dentro y empezó a besar sus sudorosos y marcados hombros dando algún que otro mordisco, inmediatamente sintió su pene que no aguantaba más dentro del pantalón de deporte.

Ella se arrodilló y abrió su boca a la vez que el deslizaba su pene por la nariz hacia la húmeda boca de ella que lo cogió con una mano y lo chupó con una habilidad increíble. - ¿cómo hacia eso con la lengua?

Tenía el pene tan duro que Isabel notaba las venas a punto de explorar, él no quería terminar y si ella seguía succionando así no duraría mucho más tiempo.

La ayudó a levantar y entre besos llegaron a la cama, la abrió de piernas y comenzó a lamer su clítoris como un gato en un cuenco de leche, sin perder una sola gota. Ella le cogió de la cabeza y le hizo ir subiendo esa sádica lengua poco a poco por su cuerpo parando en los pezones y hay le dejó recrearse.

En ese momento sintió la embestida, ella se sentía derretir de placer, ese desconocido la estaba haciendo sentir un calor olvidado en años.

Gemía, se arqueada, se sentía cada vez más mojada. El seguía dando empujones descontrolados que la hacían arder de placer, él la mordía el labio, y ella se sentía fuera de sí.
Su cuerpo ardía, explotaba de gozo, Isabel arañaba la espalda de el, al que producía más deseo. Tanto ella como el gemían de placer, cada embestida era más profunda que la anterior, Isabel sintió como su flujo se derramó sobre el pubis de él.

El orgasmo de él explotó como una bomba estrellándose contra ella, después de unos segundos extasiados el salió de entre las piernas de ella y buscó su pantalón, se lo puso, ayudó a Isabel a incorporarse y los dos se dirigieron a la puerta.

Ella abrió y le invitó a salir con un gesto de la mano, cuando el iba ya por medio del pasillo, ella le silbó, él se giró, y colocándose bien la vieja camiseta le dijo;

- Isabel, mucho gusto. El sonrió y le contestó...-El placer ha sido mío.


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