Se sentaron en un banco frente al parque y Eros explico todo.
- Tuve que hacer creer a todos que estaba muerto por tu bien y por el mío. Sabes que eran muy peligrosos, gracias a Dios están todos en la cárcel.
- Pero… ¿Cómo lo hiciste Eros?
- Un amigo de la policía me ayudo, difundió la noticia y me hizo desaparecer, he estado tres largos años en una casita a la orilla de las playas de Tarragona pescando y pensando en ti - se rio Eros - Y tú… cuéntame.
En ese momento los ojos de Ana se pusieron rasos de agua.
- Mi hermano resulto herido en el tiroteo, tiene una bala alojada en el cerebro y está en coma - dijo Ana.
- Joder… le dije que no se metiera. No lo sabía Ana, de saberlo no te habría dejado sola. ¿Dónde está?
Ana bajó la mirada y le contó todo, que estaba con Miguel el dueño del club, a cambio el pagaba las facturas de la clínica.
- ¡Estas viviendo con ese cabrón! - Exclamo Eros.
- Si… tengo que acceder a todo lo que él quiera o dejará de pagar.
Eros se levantó y dio una patada a la rueda de una moto, Ana miró y la vio, esa era la Harley, miró los flecos de los puños y vio que seguía faltando uno. Recordó la tarde en la que Eros le hizo una pulsera con el fleco de cuero, fue la última vez que hicieron el amor con una pasión que les salía del corazón y de las tripas y también la última vez que se vieron. Ana ya se tenía que marchar, dentro de nada tenía que coger el bus para ir al club.
Tras bajar en su parada Sonia y Laura la miraban, la veían radiante, pensaron que Miguel hoy no la habría molestado. Ya llevaban un rato en las barras cuando Sonia hizo un gesto a las chicas
- Mirad que regalito para la vista.
Ana casi cae de la barra, era Eros. ¡Estaba allí! Su cuerpo empezó a contornearse con la barra entre sus muslos, subía la temperatura de la sala. Los silbidos casi no permitían escuchar la música.
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