Eros metió un papelito en el tanga de Ana, ‘’te espero fuera’’.
Ana tenía un par de horas hasta que Miguel llegara a casa. Subió a la moto con Eros y fueron a la casita de la playa. Antes de bajar de la moto ya se estaban fundiendo en un largo beso, una peligrosa excitación recorría el cuerpo de Ana.
Ya dentro de la casa, Eros comenzó a desabotonar lentamente la camisa de Ana, ella estaba extasiada de placer. Los dedos de Eros quemaban en su piel, solo veía sus grandes músculos y como reflejaba la luz en su tersa piel. El comenzó a besarle el cuello y lentamente fue bajando su boca hasta uno de los pezones de Ana, ella ardía de deseo, sentía el miembro de Eros dentro de los baqueros a punto de estallar.
La mano de él se fue deslizando por el cuerpo de ella hasta llegar al monte de Venus. La acarició, jugaron y se dejaron llevar por un deseo ardiente y desenfrenado. Aún sudorosos, con la respiración entrecortada Eros dijo -Ana, quiero que vuelvas a ser el amor de mi vida, deja a ese gilipollas.
-No puedo, ¿quién pagará las facturas de la clínica?
- No le quieres Ana, estas aguantando abusos y malos tratos, no estoy dispuesto a que sigas así.
- Vámonos, es tarde - dijo ella.
El camino de vuelta transcurrió en un silencio absoluto- Eros la dejó dos calles más atrás, cuando llego a casa Miguel ya estaba allí.
- ¿De dónde vienes?
- De tomar algo con las chicas.
- Vamos, dame placer - le espetó Miguel.
- Ahora no, estoy con la regla - dijo Ana pidiendo a Dios que la dejara en paz.
- Vamos Ana, sé cuándo una mujer quiere sexo conmigo, ¿por las buenas? O por las malas.
Ana se encerró en el baño y rezó para que el alcohol y las drogas dejaran pronto cao a Miguel.
A la mañana siguiente, Ana se dirigía a la cafetería, cada movimiento le hacía recordar que Eros había estado en su interior. No tenía claro si le dolía más la entrepierna o la espalda de dormir en la bañera. Conto todo a Laura y Sonia que la miraban perplejas.
- Dios…Te has tirado al buenorro – dijo Sonia.
- Mucho cuidado – añadió Laura - si se entera Miguel te mata, sabes que eres suya.
Ana pasó todo el día intentando auto convencerse de que no podía ser…
Se aproximaba la hora de marchar hacia la parada, cuando recibió una llamada, era la policía, Miguel había sufrido un nuevo infarto, una de las chicas de la limpieza del club lo había encontrado muerto con la cabeza sobre la mesa de su despacho. No se había podido hacer nada por él, tanto exceso había acabado pasando factura. En ese momento la respiración de Ana se entrecortó, no sabía si reír o llorar.
Después del entierro y todos los trámites y papeleos Ana pasaba a ser dueña del club y beneficiaria de todos sus bienes, ese desgraciado no tenía a nadie en este mundo.
Pasaron varias semanas hasta que Ana se acostumbró a su nueva situación. Ahora ellas eran quienes tomaban las copas en el club. Sonia ya muy animada dijo a Ana…pero como se te ocurre no pedir el número de teléfono al buenorro, Laura le atizó un repizco para que se callara, Ana la vio y sonrió, déjala, si lleva razón.
Después de cerrar Ana se marchó a casa y al entrar sintió que algo le faltaba y no era Miguel. Se puso su pulsera y se marchó, después de cuatro interminables paradas llegó al puerto. Anduvo como unos setecientos metros cuando a lo lejos divisó la casita y la Harley en la puerta. Cuando llegó a su altura entrelazó su pulsera con la cinta que un día fue desgarrada. Cruzó el porche y divisó a Eros, un Dios griego de la atracción sexual. En vaqueros, descalzo, con el torso al desnudo.
- Te estaba esperando - dijo el.
Ella quiso contarle todo lo sucedido, él le puso un dedo en los labios
- No digas nada, ya lo sé todo. Te recuerdo que tengo amigos en la policía.
El tacto de ese dedo ya había hecho resurgir ese fuego que estremecía el cuerpo de Ana, Eros la estrechó contra su cuerpo, la besó con pasión, con deseo. La aspereza de su barba la excitaba cada vez más, le mordía el labio inferior con fuerza. Eros la cogió con sus fuertes manos por las caderas mientras Ana gemía de placer y la sentaba sobre el recibidor, le soltó el sujetador ansioso de besar sus pechos. Deseosa de sentir su miembro dentro de ella, tras el primer empuje Ana se arqueaba de placer. Los dos se volvieron locos de pasión y lujuria.
Minutos después, Ana se volvió a subir sobre Eros y mirándole a los ojos le dijo:
- Estoy embarazada. - Los ojos de Eros se iluminaron. - No te alegres-, cabe la posibilidad de que sea de Miguel- Ana comenzó a vestirse, dudaba si había hecho bien presentándose allí. Eros se serenó y le dijo:
- No te preocupes, lo criaremos juntos, no me importaría estando a tu lado.
- No. No quiero traer al mundo un hijo de ese monstruo - cogió su bolso y salió rápidamente por el porche. Eros intentó seguirla, pero en cuestión de segundos Ana desapareció.
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