La chinita.

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Estoy algo frustado porque he llamado a un restaurante asador para ir a comer (uno de esos renombrados en los que se da por descontado el comer bien), pero he tenido mala suerte, como es fiesta están a tope. 

Me viene entonces a la cabeza un restaurante japonés, que desde hace días viene llamándome la atención y por cuya puerta paso cada día.  Nunca visité uno y probar lugares nuevos es algo que me prima, se me ocurre aprovechar esta coyuntura y me animo a ir. 

Es un lugar especialmente acogedor, la música y los diferentes ambientes lo hacen grato. Elijo la zona propiamente nipona, son pequeños habitáculos en los que te descalzas y sientas introduciendo las piernas en un hueco bajo la mesa (dando la sensación de estar a ras de ella), como si estuvieras sentado con las rodillas encogidas pero mucho más cómodo. Se respira ambiente oriental. 

Una vez acomodado viene una joven china (con apariencia de dieciséis o diecisiete años) de gesto tímido y expresión ausente para tomar nota de la bebida, le pido sugerencias y me ayuda indicándome lo que me puede ofrecer, refrescos, vino, cervezas diversas, una tropical llama mi atención. La elijo para probar e intento ser amable con ella y consigo que su gesto sea más próximo y distendido. Cuando me trae la bebida incluso me sonríe, le digo que tiene una sonrisa encantadora y se manifiesta complacida. 

Me atiende después una mujer mayor japonesa que actúa de forma muy profesional, me aconseja adecuadamente porque le indico que soy muy profano en esta cocina y elige bien. 

La comida es satisfactoria y la acompaño de un vaso de vino japonés que le he pedido a la joven china. Ésta, de vez en cuando pasa a verme y en cada ocasión le digo algo. Le pregunto y me dice que está trabajando desde los diecisiete años, que está en España hace diez y que en este restaurante lleva sólo un mes. Nos entendemos bien. Me muestro interesado en ella y es muy receptiva. En los postres me facilita mucho, me aclara los que son propios y como es cada uno de ellos, tenemos sintonía. En el café le digo que me hable de ella y me dice que no puede que está muy controlada. Le pido de vernos luego y me aclara que viene a recogerla su padre porque viven lejos. Creo que no tendré ocasión de verla más y le digo que lo siento. Cuando me trae la nota me aclara que su padre no puede venir a recogerla. Le digo con entusiasmo que pasaré por ella cuando me diga y no tiene inconveniente. Vengo por la joven chinita dos horas mas tarde y ya está en la puerta lateral esperándome. Por su expresión de alegría pienso que dudaba que lo hiciera. 

Le impresiona el vehículo, le explico que es de alquiler, pero parece que incluso le gusta más, es como de estar a un nivel que le complace. Le digo de ir a casa donde podemos hablar distendidos y que le ofreceré un delicioso café colombiano. Pone buen gesto, la idea no le parece descabellada. 

Tengo un apartamento alquilado por dos semanas que es luminoso y de aspecto desenfadado pero agradable y acogedor. Nos sentamos en un sofá dos plazas y comenzamos a hablar. Al principio es muy comedida pero se va soltando en la medida que yo me muestro locuaz y en confianza. Me explica que sus padres trabajan en unos grandes almacenes, la hermana mayor en una tienda de fotografía, ella en el restaurante y dos hermanos mas se quedan a cargo de una tía (hermana de la madre) que vive con ellos.

Lleva unos pantalones americanos y una camisa de color claro, le pregunto si está cómoda y me dice escuetamente que sí. Le pregunto si puedo ponerme unas prendas más relajadas y asiente, tan solo. Aparezco con algo suelto y su gesto es de aprobación. Lo pienso un poco y le digo que me acompañe, lo hace y le ayudo a elegir entre unas prendas mías ligeras y de colores suaves. Cuando llega después trae puestas unas ajustadas mías que traje por error.

Está muy guapa y aparenta menos edad, parece casi una niña.

Como le prometí café colombiano cumplo mi palabra, luego me aclara que nunca lo había probado, pero que le gusta. Añado unos dulces que compré para el desayuno y luego no consumí porque lo hice en la calle (con una amiga que conozco de otros viajes anteriores). Le hablo de mi vida profesional yendo de un lado a otro, de cómo voy de aquí para allá de forma itinerante y le gusta. Me dice que le apasiona viajar pero ahora están aquí de forma fija y sin expectativas de cambio.

Hablamos de amor y me dice que tuvo un novio chino, pero que se entendían mal, no conciliaban en carácter, él era muy machista, algo que en su familia ya no se da. Terminaron hace unos meses y desde entonces sale con unas amigas españolas muy simpáticas pero aniñadas. Le hablo de mis experiencias, de la alegría de vivir, de un sentir tierno, amoroso, de dejarme llevar por la emoción del momento. Le digo querer conciliar siempre afecto y pasión, de unificarme con otra persona disfrutando el instante. Le pongo buena música y la siento cómoda. Le pregunto si le gusta bailar y me dice que no sabe, a los más, mover los brazos de forma relajada y al ritmo. Le ofrezco la mano, se levanta y la sujeto con delicadeza por la cintura, le digo tan sólo que se deje llevar y así lo hace. Tardamos poco en estar abrazados y en clara sintonía romántica. La siento abandonada y a gusto, la meso entre mis brazos con tanta suavidad que apoya su cara en mi hombro de forma instintiva. La cobijo con mi cara y cuando busco sus labios me los ofrece confiada. Es un beso largo, elaborado, pongo sensaciones nuevas en su boca, noto que se le calienta y está ardorosa. Entre giros acaricio sus pechos duros, menudos, que se le erizan con las sensaciones que le asaltan. Cuando acaricio sus nalgas éstas ya están revoltosas y se insinúan solas. 

Los besos son un principio delicioso que nunca hay que abandonar. 

Sus brazos me rodean sin reparos manifestando su entrega. Todo es tan mágico que la erección se desarrolla con el sigilo deseado y cuando adquiere importancia ya ella la espera y complace.

Tengo todo el deseo del que soy capaz, y se lo digo, ella me responde que se siente mía y añade, desde el primer momento que te vi. No lo esperaba y me emociona y altera aún más. 

Es un fruto deliciosamente a punto de degustar. 

El lugar es adecuado, la música nos sigue envolviendo, el sentir es cada vez mayor. Las prendas son tan ligeras como cómodas de quitar, el instante es el apropiado. Una larga melodía parece darnos la bienvenida a otra dimensión más allá de los calificativos. 

Soñamos con hacernos uno y los violines suenan ahora de forma indescriptible. Es mi primera chinita y la estoy disfrutando como si fuera única y tal vez lo es. 


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