Incidente, reencuentro. Un poco de vergüenza y mucho amor

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El camino de tierra se adentraba irregular por espacio de unos seis kilómetros,en un
paisaje seco de arbustos bajos y montículos de tierra. A unos metros, el mar.

Eran las seis y media de la tarde, el sol brillaba todavía con fuerza en un cielo
completamente azul y en el camino, a esa hora, el sonido estridente de las chicharras en
su particular concierto de amor, no dejaba oir el de las olas chapoteando contra la orilla. Pablo corría. Las zapatillas pisando la tierra dura, sorteando alguna que otra piedra.
El sonido acompasado de su respiración informaba de que iba bien, sin forzar.
Aun así, el sudor empapaba la camiseta de tirantes y las gotas resbalaban por su frente.
Tras una pequeña bajada, el camino giró a la izquierda y ante el corredor apareció una
recta de unos trescientos metros. Casi al final de la misma, alguién más corría,
a menor velocidad.

Pablo, con fuerza renovada tras la bajada, se animó y aceleró el paso, acercándose a la
otra persona, que ya desaparecía en una pequeña curva al final de la recta. Sabía que
pronto la adelantaría, ya que el terreno se volvía cuesta arriba en ese tramo. Segundos
después, se levantó la brisa y con ella algo de polvo. Para entonces, el corredor ya había
girado descubriendo a una mujer a muy poca distancia. Llevaba el pelo atado en una coleta
que se movía de lado a lado, un top de deporte y pantalones de correr negros que marcaban
su figura hasta la rodilla. Iba concentrada, respirando fuerte ahora que el camino se
había empinado, sudando. Pablo ya estaba detrás de ella, posicionándose ligeramente a la
derecha, iniciando la labor de adelantamiento... y justo en ese instante,
todo ocurrió como a cámara lenta, las chicharras dejaron de "cantar", la mirada de Pablo,
se "posó" en el movimiento hipnótico de las nalgas de la muchacha, subiendo y bajando,
y entonces ella dió un pequeño transpiés y dejó escapar una ventosidad,
desencadenando un conjunto de reacciones.

La chica se percató de todo en un instante, la inoportuna flatulencia, la presencia de otro
corredor. En eseo momento Pablo vió su rostro y a pesar del tiempo la reconoció.

- ¡Laura! - Exclamó y Las mejillas de Laura, ya de por sí rojas por el esfuerzo, cogieron,
si cabe, más color. Ambos aflojaron la marcha y se detuvieron unos metros más adelante.

- Pablo. - dijo ella recuperando la respiración, deseando que la tierra se la tragase.

- No te preocupes - sonrió el muchacho.

- Estás cosas pasan. ¿Qué tal estás? ¿Cuánto tiempo? - añadió.

- Bien. - respondió ella un poco más tranquila.

- ¿Te veo igual que siempre? - continuó.

- Igual de guapo quieres decir... gracias. Pues yo a ti te veo más guapa todavía. -

Respondió Pablo.

- ¡Tonto!. - dijo ella.

- No, lo digo en serio. - espetó el con sinceridad.

- Gracias. - Dijo ella.

- Oye, que te parece si nos tomamos algo en la terraza que hay al final del camino
y nos ponemos al día. - añadió Pablo.
- Vale... me apetece un granizado... - dijo ella sonriendo.

Estaba muy guapa cuando sonreía.

- Un granizado... pensé que eras más de coca cola - dijo él.

- Sí... pero las burbujas. Bastante vergüenza he pasado ya hoy. -

Pablo le sonrió y no metió su dedo en la herida... eso de alguna manera la gusto mucho.
Sí Pablo era un chico a tener en cuenta.

- ¿Tienes novio? -

La pregunta del muchacho interrumpió sus pensamientos. Le miró y sonrió.

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