Siempre he odiado a las instituciones gubernamentales, de seguro es porque hace muchos años me hice un corte mohicano para seguir a la pata de la letra los principios del punk rock y las cajas de vino tinto.
Hace unas horas, debido a una conversación con una amiga, recordé el día que me quitaron la identificación para darme un carnet militar. Nunca me fue muy bien en la escuela y por lo mismo parecía que estaba condenado a tener que realizar el Servicio Militar obligatorio. En ese momento sentí que era el fin de cualquier tipo de identidad o sueño personal que tuviera relación con algún ribete cultural o artístico.
Con toda la angustia de mi corazón me dirigí al departamento de una camarada que no veía hace mucho, pero de la que atesoraba los mejores recuerdos, de esas amigas que te las encuentras en marchas luego de muchos años o en algún paseo por el centro de Santiago en medio de una feria o exposición cultural. Llegué a su casa con la intención de despedirme y por lo mismo tenía bien pensado lo que le diría: mañana me obligan a ser un pelao racista y es posible que nunca más nos volvamos a ver. Lo malo fue que mi amiga no estaba y no me pude despedir. La verdad es que la abuela me recibió en la puerta y me miró de pies a cabeza, quizás si esta pero la señora no quiso que le diera una mala influencia a su nieta regalona.
Al llegar a mi casa, pasando de un estado de angustia a uno más analítico, recordé que casi por seis años fui a un tratamiento psiquiátrico por diversas crisis existenciales. Ahí está la solución, conseguiré el número de la doctora y le pediré que me salve la vida. Estuve buscando su número como en esa época se hacía, con la guía telefónica, hasta que di con su teléfono y nos pusimos de acuerdo para reunirnos.
La doctora me liberó de las penurias, escribió un expediente que me inhabilitaba para incluirme a la milicia porque mi mente era más retorcida que la de un asesino en serie; el expediente decía lo siguiente: si este muchacho sostiene un rifle, lo más probable es que elimine a todo el escuadrón. Es una persona muy inestable y de seguro tendrá que vivir por el resto de su vida con la madre.
Parecía que todo se había solucionado, pero sucedió algo inesperado, me pidieron el carnet militar que me habían facilitado en remplazo del carnet de identidad tradicional, el problema es que lo tenía en mi billetera, acompañado de los restos de un pito de marihuana. Maldita sea, era mi final, el carnet militar que debía entregar en los siguientes minutos estaba pasado a marihuana. Cuando lo entregué al militar con más cara de perro que había, traté de salir del lugar lo más rápido posible, mientras mi subconsciente me traicionaba, creía que esos sadicos con trajes verde caca se disponían en posición para acribillarme.
Comentarios
COMENTAR
¿Te ha gustado?. Compártelo en las redes sociales