Tenía poco tiempo de conocerlo, pero no fue difícil sentirme atraída hacia él, con una sinrazón seductora, la cual se acrecentaba conforme se hacía presente en mis días, quizá de forma casual o provocada, pero ahí estaba, tan lleno de masculinidad con ese aíre altanero y desinteresado en lo cotidiano; tal vez fueron esas escenas en la biblioteca las que me sedujeron o, el reto de tener a un hombre inalcanzable ante mis ojos, no lo sé, lo único que sé fue que jamás me sentí atraída a alguien así antes, deseaba que sus brazos me poseyeran, que me dijera sólo un par de palabras para sentirme viva.
Debo confesarlo, mi deseo hacía él era tan grande que lo volví mi reto, hasta ese punto solo de manera inconsciente, ya que actué fuera de mi esquema normal, olvidando mi rol de una mujer buena y tonta, despertando cada vez más ese apetito de placer. Buscaba que mis pláticas tuvieran temas sexuales implícitos, intentado despertar en él ese deseo; aunque creía que si lo lograba sólo sería una conversación a nivel intelectual.
Y un día, no sé cómo, me pidió demostrar lo que decía. Subimos a mi auto, en mí prevalecía una emoción indescriptible, azotada por oleadas de timidez y miedo; el mantenía su pose de hombre rudo e insensible. Habíamos avanzado solo un poco, de pronto escuche esa voz que tanto disfrutaba, diciéndome -mira- al tiempo que sacaba su miembro, un delicioso pedazo de carne repleto de venas, el más grande que había conocido jamás, me impresionó tanto que creí que lo verían a cientos de metros de distancia, tontamente le pedí que lo guardara. Busque un espacio para estacionarme, temblorosa e impactada aún por lo que acababa de ver, él saco nuevamente su verga, deseaba de manera incontrolable abalanzarme sobre ella, quería sentirla en mis manos, rozarla con mis labios, mojarla con mi lengua; con toda la tranquilidad me pidió que me bajará, fue inevitable no meterla a mi boca, lo hice poco a poco, sentía como crecía más, como llenaba mi boca completamente. No puedo olvidar su sabor, ese líquido salado que se esparcía con mi lengua, fue sin duda la mejor sensación que había experimentado; jamás se lo dije, pero odie terriblemente ese momento cuando me pidió que me detuviera; sin embargo, fue ese preciso momento en el que comprendí que jamás sería suficiente para mí, siempre querría más de su verga.
Fue inevitable compararlo con otros en mi mente, esa imagen y esa sensación de su verga en mi boca se quedaron tatuadas dentro de mí. Debí haberme detenido entonces y recobrar la razón, finalmente, había llegado más lejos de lo que creí que llegaría, pero no fue así. Innumerables veces me toqué hasta venirme, recordando como tuve su verga en mi boca, buscaba cualquier pretexto para generar nuevas situaciones, las cuales de apoco se fueron dando y con ellas una adicción que crecía más y más, surgiendo en mí una nueva identidad, con cada mamada me volvía una mujer más sucia, más caliente, más desinhibida, más puta…
Un día -no importa cual- comenzamos como era habitual, me acerqué a su cuerpo mientras acariciaba con ambas manos su verga, la escupía directamente y mis dedos se deslizaba con facilidad, empecé acariciando sus huevos y subiendo lentamente hasta la punta de su pene, luego me hinqué frente a él, mirando fijamente su verga, podía estar así horas. Poco a poco comencé a lamerla, aún estaba húmeda por mi saliva, pero comencé a sentir ese delicioso líquido que emanaba, con esa textura que impregnaba mis labios; la metía y sacaba constantemente de mi boca, cada vez con más fuerza, parecía como si quisiera devorarla por completo y hacerla mía para siempre… de pronto, una grandiosa explosión impregnó mi boca, seguía moviendo mi lengua y succionado para que no quedará nada. Verlo ahí, aún con sus ojos cerrados y con una expresión de calma y cansancio me hizo sentirme orgullosa de haberlo echo llegar hasta ese momento.
Lo deseaba tanto, que llegue a olvidar que era casada, no me importó ni mi estado ni el suyo. Transcurrían los años, sólo con encuentros esporádicos, el sacaba su verga y mi instinto hacía lo demás. Pero ya no me conformaba con una mamada, quería sentirme llena de él, que me perforará con esa verga colosal; muchas veces -más de las que recuerdo- mientras lo pensaba, mis dedos se posaban en mi entrepierna, humedeciéndose y sumergiéndose en mí, haciéndome estremecer y explotar, transportándome a un plano donde solo existía el placer… y otras tantas veces más, cerrando mis ojos imaginaba que era él quien se posaba sobre mí, aunque la verga que me penetraba fuera de otro, sin su aroma, su textura, o su sabor, sólo una más, pero intentaba convencerme de que era él, ya que era la única manera de tocar el cielo.
Decidí vestirme con falda medias y tacones, mi única intención era provocarlo, y creo que lo conseguí, comencé a devorar su verga ya como era costumbre, después me dijo que deseaba hacer algo más, se sentó en una silla y me pidió que me subiera; había ansiado tanto ese momento que me quité las medias como pude, abrí mis piernas colocándome justo sobre la punta de su verga, estaba tan mojada que creía que me derretiría ahí mismo, tome su pene con mi mano y lo empuje de apoco dentro de mí, pude advertir como me iba abriendo completamente, con cada centímetro que avanzaba lograba la sensación más grande de placer que jamás había tenido, la metí toda. Me movía estrepitosamente, quería sentirla toda, resbalaba dentro de mí como si ambas partes de nuestros cuerpos estuvieran forjadas la una para la otra, continuamos así hasta que ya no supe de mí, me perdí completamente en su verga, y creo que fue para siempre.
Estoy condicionada a su presencia, no puedo verlo sin sentirme excitada, no puedo estar en la misma habitación sin tener la necesidad de bajarme y pegarme a su verga; ha despertado en mí deseos e impulsos irracionales, he descubierto formas inimaginables de placer, más puta y perversa; dispuesta a todo, sin límites de nada. Es un hombre varonil y a la vez capaz de doblegarse por placer, con una habilidad para someter a la mente más analítica, tan difícil de entender y fácil de complacer, simplemente un hombre enigmático.
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