La piscina

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Y ahí nos encontrábamos los dos bajo aquel cielo de esa ciudad en la que parecía brotar el calor del infierno.

Habían unos 37grados y por suerte nos podíamos refrescar en la piscina de su edificio.

Éramos los único a los que les apetecía darse un baño a las 4 de la tarde.

Era una piscina libre y privada. Ni tan siquiera tenía socorrista.

Nos tiramos literalmente de cabeza y nadamos un poco para estabilizar el cuerpo contra el contraste del agua helada.

Tras un par de largos me sentía como nueva. Fresca y sin calor. Salí de la piscina y me senté en el bordillo quedando mis pies sumergidos en el agua.

Oliver seguía nadando. Su cuerpo se movía con soltura y elegancia bajo el agua. Se notaba que la natación era su deporte favorito. Tenía un cuerpo espectacular. No era el típico musculitos pero tenía una espalda y un cuerpo bien desarrollado y fibrado.

Era imposible no quedarse mirándolo. Era casi hipnótico ver sus movimientos. Ver sus brazadas, sus músculos contrayéndose,...

Tragué saliva.

Un calor diferente empezaba a hacer mella en mí. Era un calor que nacía desde lo más bajo de mi vientre. Exactamente entre mis piernas. Notaba como mi respiración cambiaba y se aceleraba.

Cuando terminó de hacer su último largo ser paró frente a mí e intentaba normalizar su respiración por el esfuerzo que había hecho.

 Apoyó sus manos en mis rodillas y mi cuerpo se estremeció.

Dios, tenía ganas de él. Le miraba fijamente.

Sé que mis ojos expresaban tanto deseo como el resto de mi cuerpo. Pasé la lengua por mis labios.

- ¡Ay Oliver! No sé que estás haciendo conmigo.

- ¿Yo?¿Por qué?- Preguntó sorprendido.

- ¿No me ves? Eres un provocador.

Una carcajada bien sonora escapó de sus labios.

- Si yo no he hecho nada.

Le miré inquisitivamente.

- Y si no has hecho nada, ¿cómo puede ser que yo esté tan húmeda?

Se quedó un momento pensativo.

- Porque... ¿te has bañado?

Preguntó intentando hacerse el ingenuo.

Cogí su mano y la posé en mi sexo por encima del bikini.

- No. Aquí.

Sus ojos y su boca se abrieron de forma visible y ostentosa. Estaba sorprendido por aquella reacción mía.

- Puedes comprobarlo tu mismo.- añadí.

Dejé que la última decisión fuese suya. De él dependía continuar con aquello o no.

Su mano se quedó ahí quieta un largo momento hasta que decidió actuar. Y lejos de apartar su mano de mi sexo, empezó a recorrerlo delicadamente.

No apartábamos la mirada el uno del otro. Yo me mordía el labio inferior cuando noté como su mano se colaba bajo la braguita de mi bikini y exhalé un pequeño jadeo de sorpresa y excitación.

Estaba muy húmeda por lo que Oliver no dudó un segundo en introducirme un dedo lentamente. Lo metía y lo sacaba de forma tortuosa haciendo que mi estómago se contrajese para a continuación repetir el proceso con dos dedos.

Seguíamos mirándonos. Él evaluaba mis reacciones, mis gestos y se guiaba de esa manera para seguir dándome placer.

De repente sacó sus dedos y mi rostro reflejó incomprensión. ¿Por qué paraba?

Al ver mi expresión, sonrió maliciosamente y acercó su boca a mi sexo. Retiró con sus hábiles dedos mi braguita a un lado y recorrió con su lengua todo mi sexo. Poco podía hacer yo más que jadear, suspirar y morderme el labio. Apenas podía mantener los ojos abiertos de todas las sensaciones que estaba recibiendo. Agarré su pelo y le incitaba para que fuese más rápido. Más fuerte. Con más energía. Estaba por estallar en un millón de diferentes yo unidos en un solo momento de placer único.

Mi tripa se contraía. Estaba a punto de alcanzar el orgasmo cuando Oliver paró. Abrí los ojos de golpe y le miré sorpendida. ¿Por qué paraba?

- Échate para atrás.

Hice lo que me decía y el salío del agua entre mis piernas. Me fijé en su erección. Era imponente.

Se acercó a mí y me beso de forma voraz. Con necesidad y un deseo que hacía mucho tiempo que no veía. Me tumbó boca arriba y se bajó el bañador lo justo para que su pene saliese. Apartó mi braguita de nuevo y sin ningún tipo de delicadeza me penetró.

Se movía rápido. Con urgencia. Él también estaba muy excitado. Mi cuerpo comenzó a convulsionar y estallé por fin en un millón de diminutos yo. A los pocos segundos Oliver también llegó al orgasmo y se desplomó encima de mí.

Ambos teníamos la respiración acelerada.

Había sido un polvo rápido.Excitante. En un lugar público ahora que lo pensaba. Esperaba que nadie nos hubiese visto y si por algún casual no era así, espero que por lo menos disfrutase con el espectáculo.


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