El sutil momento de hacerte mi puta. I
Por DavidDeSiempre
Enviado el 19/08/2020, clasificado en Adultos / eróticos
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No era un día bueno del todo, en la casa no había energía eléctrica y yo estaba aburrido sentado en la banqueta observando el atardecer entre el ruido de los escasos autos en estos tiempos donde, la gente ya no sale como antes.
Saqué mi celular para revisar Instagram, me la pasaba dando “Me gusta” a fotos de mujeres desconocidas y unas tantas más que dejé de ver con el paso de los años y con una sonrisa en la cara recordando por momentos las veces que nos revolcamos o casi lo hacíamos dependiendo el caso.
Me detuve a observar la foto de Mariana Palacios, como figuraba llamarse, aunque ciertamente el porte y figura ya no eran de quien conocí, ese par de lunares en la ceja izquierda fueron inconfundibles junto con esos labios delicados y tersos que me hicieron viajar en el tiempo.
Era el año de 1999, Mariana tenía unos escasos 11 años y era la hija de la única vecina cercana del pueblo, un pueblo pequeño, enclavado en la sierra donde ambos compartimos una precaria pero feliz infancia. Ella cruzaba la siembra de maíz para ir a verme y también eran muchas veces las que mi madre tenía que ir con una vara de durazno en mano para traerme de esa casa donde pasaba los días jugando con ella. Siempre fui 2 años menor que ella, los juegos que para mí eran infantiles a sus once años y con la calentura entre sus piernas tornaron nuestra amistad en un juego donde ella buscaba experimentar sus artes con lo que tenía a la mano.
Ella y yo, en medio del sembradío de maíz, tocándonos con las manos inexpertas y entre risas de ignorancia, fundimos poco a poco la niñez para forjar una personalidad donde el morbo se cortaba con un gran machete, ambos nos besábamos y ella se desnudaba completamente para que yo le chupara su infantil cuerpo como ella lo pidiera sin saber que esos primeros pasos se quedarían en nosotros toda la vida.
Con el celular en mis manos y mirando el cuerpo de diosa que portaba y ese espectacular cabello recordaba esa tarde cuando, luego de meses de juegos e intentos de manoseos y orales, ella y yo estábamos solos en su casa desnudos en la cama de sus padres para por fin coger como lo hacían sus hermanas detrás de los establos. Ya no éramos unos niños y estábamos a punto de esfumar nuestra virginidad en un juego aventurado.
Mi pene estaba justo en la unión de sus labios menores cuando un relinchido de caballo nos heló la piel y la sangre, fue la primera de incontables veces donde, apenas con el calzón puesto, saldría corriendo con el resto de mi ropa en las manos para escapar de un terrible desenlace.
Sin mirar atrás, corrí como un galgo entre las milpas y llegué a casa con un mar de sensaciones, sin saber que el padre de mariana encontraría a su hija desnuda y entonces fue que decidió mandarla a Zacatecas donde pasaría el resto de su vida.
En la foto Mariana posaba en el monumento a la Revolución, en un vestido de tela satinada lucía un cuerpo envidiable para sus 33 años. Esas piernas blancas y perfectas, su cinturita, sus pechos pequeños, pero bien formados resaltaban en ese vestido pues era evidente la ausencia de un brasier y esos pezones finos erectos parecían romper la tela de su vestido, sus ojos su boca, bien podría confundirse con los de una modelo.
Piqué dos veces la foto y un corazón rojo brotó de en medio, luego decidí agregar un comentario y use la frase que golpeó mi cabeza en aquel momento: “Las milpas te extrañan, pero les contaré que al menos te vi en una foto”
En unos segundos ella reaccionó a mi pequeña frase, pasado otro par ella me escribió por mensaje privado:
“Hey, David, que increíble verte. Veo que vives aquí en el DF, deberíamos vernos”
Como respuesta puse mi número telefónico, nervioso y un tanto asustado esperaba que el celular sonara. En efecto, el timbre de mi celular estaba en alerta con un número desconocido en la pantalla.
-Con qué cara te atreves a decir que las milpas me extrañan, si tú también dejaste el pueblo para ser un pinche “Chilango”.
Entre risas y una calma intermitente comenzamos una pequeña charla, nos contamos un poco de nuestras vidas, ella siempre vivió para el placer y dejó la casa de su padre en Zacatecas para ir por la vida conociendo hombres acomodados para ser su amante y no tener de qué preocuparse, yo no conté mucho, solo que era aquel a quien las matemáticas se le daban y que estudié hasta ser ese analista financiero que está encerrado en una oficina.
No tardamos mucho en recordar nuestras aventuras de infancia y entre risas coincidimos en que hubiera sido lindo que esa hubiese sido nuestra “primera vez”
-Deberías mostrarme ese hotel donde trabajas.
La frase perfecta que llegó a mis oídos en el momento indicado, mi verga saltó de gusto al imaginarla sobre mi rebotando su culo de edecán en medio de sudor y palabras sucias sin embargo…
-Pero será en otro momento pues mi novio y yo nos estamos quedando en el Camino Real de Polanco, ¿Sabes dónde queda?
-Por supuesto. –le dije.
-Perfecto David, que te parece si nos acompañas a cenara las diez de la noche, créeme que no te arrepentirás de aceptar la invitación, tengo tantas ganas de verte que sería un insulto el que tú te negaras.
No estaba tan convencido, el hecho de comulgar con “Su novio” me inhibiría a ser yo mismo y a hablar de cosas calientes con Mariana, pero por la curiosidad de saber en qué mujer se había convertido me arrastraron a la ducha para estar listo en media hora con un traje no tan formal, pero con mi mejor fragancia dispuesto a una cena sin pretender más que reencontrarme con mi casi hermana de la niñez.
Llegué puntual a la cita y en la mesa ya estaba Mariana esperando en una mesa casi al centro del restaurante, su sonrisa me guio hasta ella y de repente un hombre se dio la vuelta para recibirme también.
Un hombre de perfume fuerte y un semblante maduro, tal vez un metro con ochenta y para sus casi sesenta años la figura de un corredor, en un Blazer deportivo y unos Jeans que bien pudiera estar en la portada de un catálogo de ZARA.
Me saludó, con perfecta educación pidió para mí un whisky similar al suyo, de etiqueta azul por supuesto, y la cena trascurrió con mariana como tema principal, Aurelio “como se llamaba ese hombre” no tenía sofoco al presumirla como su amante, por el contrario, la enaltecía enumerando las cualidades que la diferenciaban de su “Muy simplona” esposa.
Aurelio se disculpó para tomar una llamada, Mariana se acercó solo para susúrrame:
-Estoy escurriendo en estos momentos David.
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