El sutil momento de hacerte mi puta II

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El solo roce de su aliento me lleno el cuerpo de un tremendo escalofrío, sus palabras me hicieron tener una erección en el momento, no era más que el fuego corriendo en nuestras venas cuando sentí el calor de su mejilla rozando mi cara, ella se repuso para tomar un poco a su copa de Merlot.

Con detenimiento miraba como el vino se decantaba en su boca y los músculos de su cuello se accionaban para tragarlo, mi pene hinchado de verla con simple trago que en mi mente era mi semen corriendo hacia su garganta.

Con la mirada Mariana me pidió disimular un poco, y entonces me senté correctamente di un trago a mi whisky y el calor me arrebataba en ganas de poseerla, ella se mordía los labios mirando el bulto en mi pantalón y entonces ella miró hacia los lados.

Con sutileza, Mariana tomó sus manos y suavemente dejó correr sus bragas en su cuerpo, una vez teniéndolas en sus piernas solo recorrió un poco su vestido para tomarlas con sus dedos, yo estaba impactado fingiendo tomar un trago, ella se acomodó el cabello y con esa fina braga de encaje se acercó un poco a mí.

-Ten paciencia y no te aburras David, te prometo que todo se pondrá bueno.

Se levantó de su asiento y puso su mano en mi hombro, suavemente colocó sus bragas empapadas en el bolsillo de mi saco, cerré mis ojos y di un suspiro a la prenda que estaba en mi pecho y un éxtasis de emociones corrieron en mis venas, su aroma la tibieza de su prenda y el imaginar su sexo escurriendo en deseo me llevaron al límite con la verga a punto de explotar en mi interior.

Quise seguirla al sanitario y tomarla ahí mismo, sin embargo, cuando intenté dar la vuelta, Aurelio se incorporaba nuevamente en su asiento para tomar un trago y seguir con la plática. Cenamos y luego de unos tragos más con gran decoro Aurelio me dijo que yo era de su agrado y que si no tenía inconveniente a tomar unos tragos en un lugar más íntimo. Desde luego que acepté la invitación, subimos al ascensor y en medio de risas aquel hombre aprovechaba la oportunidad para besar a su amante y manosearla, yo no sentí celos, más bien envidia, pues deseaba con tantas ansias subir ese vestido y revelar su culo desnudo mientras que mis dedos comprobaban la humedad de su vagina.

Llegamos a una suite de aquel hotel, no era muy lujosa, pero si muy grande, con dos recamaras y una sala espaciosa donde nos sentamos a disfrutar de un poco de música y unos tragos de mezcal. Era un tormento tener a una de las mujeres más hermosas que he conocido en mi vida ser besada y acariciada a descaro por quien en ese momento era su dueño, pero con la mano en mi regazo, contenía mis erecciones al ver por momentos cuando Mariana abría sus piernas y mostrarme su sexo desnudo.

Ya eran casi las doce de la noche y yo tuve que ir a orinar, mientras me empapaba la cara de agua helada, noté que en la sala se calmaba el bullicio, seguí refrescándome y al salir, en efecto, solo estaba la música suave de fondo con los vasos en la mesa y la botella a la mitad.

Me senté un rato mientras tomaba un trago más de mezcal, escuché ruido en la habitación principal y sutilmente caminé hacia ella, mis pasos se ahogaban completamente en la alfombra, mientras que unos gemidos finos empalmados de una respiración tosca se hacían cada vez más presentes, el pecho me vibraba, la verga me palpitaba y casi era obvio lo que mis ojos verían, llegué al cuadro de la puerta y me detuve con mi trago en la mano a contemplar tan deliciosa escena.

Mariana estaba sentada en el filo de la esquina de la cama con una pierna en el suelo y otra en la cama con el vestido casi desgarrado, sus pechos perfectos estaba expuestos iluminados por una luz tenue que provenía del exterior, Aurelio de rodillas con la camisa abierta estaba vuelto un loco succionando el coño de su amante, ella se apretaba las tetas y gemía más fuerte con los ojos fijos en los míos, era exquisito ver su mirada perversa fija en mi mientras ella sentía un electrizante orgasmo correr en sus entrañas. Mariana puso sus manos en la cama y aventando la cabeza hacia atrás ella exclamo con un gemido que pudo haberse escuchado en todo el piso, subió sus piernas mientras que un chorro caliente brotaba de su panochita, Aurelio fascinado gemía como una bestia al ver el orgasmo de esa puta, ella no dejaba de gemir, y en un momentos sus piernas comenzaron a temblar, en ese momento aquel hombre se puso de pie dispuesto a desnudarse, ella se incorporó a bajar el pantalón de Aurelio y sacó de él una verga firme aunque no de gran tamaño o grosor, Mariana se puse de pie a decirle algo a su hombre, el volteó con una sonrisa y asintió la cabeza dándole un beso en la boca.

Mariana caminó hacia la puerta con el vestido resbalando en su cintura, luego de unos pasos, ese vestido hermoso y fino estaba vuelto un trapo en el suelo, ella era perfecta, desnuda, de piel blanca y tersa, con una vagina infantil con apenas unos vellos recortados adornando su pelvis, sus pechos de quinceañera con unos pezones duros como piedras se acercaban paso a paso a la puerta.

-Ven amor, veinte años son demasiada espera.

Con delicadeza tomó mi mano y yo entraba en esa habitación llena de morbo y deseo, Aurelio desnudo se puso detrás de su amante mientras ella con una sonrisa encantadora me despojaba de mi saco y mi camisa. En menos de un suspiro ella ya estaba en mi pantalón, abriéndolo con maestría, ya era una tortura tener mi erección atrapada y de un golpe saltó en su cara dejándola llena de deseo.

-David, tienes una verga de verdad muy rica.

Aurelio no se intimidó de ninguna manera, pese a ser mas grande y gruesa, el sintió placer por el hecho de que su hembra seria tratada como se debe, y de un zarpazo le clavó los dedos en el cabello para jalar la cabeza de mariana para lamer su boca.

-Mámanos la verga putita.

Y con cierta rudeza la aventó hacia el suelo, Mariana estaba de rodillas en medio de dos hombres desnudos con las vergas completamente duras dispuestas a sentir sus labios, ella recogió su cabello y sin censura comenzó a chuparnos la verga, se metía completa la de Aurelio mientras me masturbaba y luego tragaba todo lo que podía de la mía mientras pajeaba a su hombre.

Aurelio le daba cachetadas, y mariana gemía sin control engullendo hasta el fondo nuestras vergas, de pronto, y nuevamente de las greñas aquel hombre levanto a su puta del suelo, le dio dos fuertes nalgadas y la aventó en la cama boca arriba.

-Te voy a coger como te gusta putita y se nota que este otro hombre hará lo mismo.


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