Todo ocurrió, una noche de primavera, en la barra de un pequeño bar. Hacía ya una buena temperatura, por lo que iba con un vestido que llegaba hasta la mitad del muslo, y un escote sexy. Se acercó un hombre a la barra, en el cual no reparé al principio, pero mientras estaba absorta en mis pensamientos, noté un leve roce en mi hombro, y cuando volví en mí, vi a ese hombre mirándome y sonriendo.
- Hola, me llamo Juan, encantado. ¿Podría saber tu nombre? Tengo una pequeña proposición que hacerte.
- Soy Lía, y por lo general no acepto, pero hoy es diferente.
- Busco gente que escriba relatos sobre bdsm. ¿Sabes sobre el tema?
Levanté mis ojos de mi cóctel, y conectaron con los suyos. Sentí que un escalofrío recorría mi cuerpo. Esos ojos marrones en los que se podía ver un instinto animal, una lujuria, una gran profundidad...
L: - Sí, se sobre el tema, y no me parece mala idea, así que escribiré relatos.
J: - Muy bien, entonces déjame tus datos de contacto y en cuanto esté listo, me pondré en contacto contigo. Ahora he de marcharme, ya nos veremos señorita.
Después de haberle dejado mis datos de contacto, aquel hombre se marchó. Yo me había quedado en la barra, mirando al lugar por donde había desaparecido. No sabía cómo explicarlo, pero su voz grave, su mirada intensa, me habían provocado una excitación.... que deseaba acabar la copa e irme a casa.
Los días pasaron y no tenía noticias de aquel hombre, empecé a pensar que no volvería a verlo, pero todo cambio cuando recibí un email suyo, diciéndome que ya estaba todo listo y podía comenzar cuando quisiera. También decía que, si tenía alguna duda, podíamos quedar, y solucionarlo.
Al mirar el sitio de relatos, me surgieron bastantes dudas, y mi cuerpo sabía que quería volver a verlo, así que le escribí, y propuse quedar en mi casa, tomar algo y charlar sobre los relatos. Poco después recibí su contestación de que estaría aquí a las ocho.
Había mucho que preparar, limpié la casa, compré unos tentempiés y unas botellas de vino, porque cerveza ya tenía en casa. Me arreglé todo el cuerpo, me puse un vestido blanco cortito y con un bonito escote corazón. Unos buenos zapatos y me maquillé ligeramente.
Dieron las ocho, y sonó el timbre. Ya estaba todo listo, así que abrí la puerta, y ahí estaba él, de pie ante mí, mirándome de arriba abajo, y haciendo que mi cuerpo se estremeciera. Pasó a casa, y le serví una copa de vino, y después a mí. Estuvimos bebiendo y charlando mucho tiempo, y al hablar, veíamos que teníamos muchas cosas en común, y el vino solo ayudaba a que el ambiente estuviera más cargado de tensión.
Necesitaba sentir esos labios en mi piel, que sus manos me agarrasen y no soltasen, necesitaba liberar toda esa tensión que me provocaba. Así que me acerqué y le besé, siendo al principio un tímido beso, pero pasó a ser un beso desenfrenado, éramos sólo nosotros dos, un macho y una hembra, hambrientos el uno del otro.
Acariciaba mi pecho y mordía, chupaba, succionaba, pellizcaba mis pezones, a veces tiraba con fuerza, produciéndome pequeños calambres de dolor, que se convertían en placer puro, así que no paraba de gemir en su oído. Paró en seco y me miró.
J: - Sabes que soy Amo, y yo necesito eso. Si no estás segura podemos olvidarlo todo, no pasa nada, pero quiero que sepas donde te metes.
L: - Sí, se dónde me meto, pero no pares por favor.
Me quitó el vestido y se sorprendió de que no llevara ropa interior, pero eso solo le hizo sonreír a un más. Me atrajo hacia él, y me preguntó por la habitación. Le lleve hasta ella, y me ordenó que me tumbase boca abajo. Se puso entre mis piernas, y sin más contemplaciones, me la metió de una sola estocada, lo que me arrancó un sonido gutural de mi garganta.
Quería ser su hembra, que me usase, el darle placer, lo era todo para mí, y él me demostró ser suya con las embestidas profundas y brutales que descargaba en mi coño empapado. Me agarro del pelo y tiraba hacia atrás, mientras con la otra mano tapaba mi boca para ahogar mis gritos.
Cuando notaba que estaba cerca del orgasmo, él paraba, lo hacía una y otra vez, me estaba llevando al borde de la locura.
Había empezado esta vez lento, despacio, dejando que me volviera aún más loca, y entonces me sorprendió.
J: - Quieres ser mi sumisa?
L: - Sí, por favor.
J: - Vas a ser mi zorrita? No tendrás voluntad, solo te dedicarás a darme placer, a obedecerme porque estás por y para mi, nada más. (Mientras daba una embestida fuerte arrancándome un gemido fuerte).
L: - Sí, seré tu zorra, me entregaré a ti en cuerpo y alma.
Sus embestidas aceleraron y me corrí como nunca antes lo había hecho, me transporto hasta el edén. Cuando los espasmos cesaron, sentí que salía de mi, y sentí un azote en mi culo, lo que me hizo mirarle. Me hizo una señal para que me pusiera de rodillas, y así hice.
Se estaba masturbando en mi cara, todo su semen me empaparía, y no dejaba de desear que lo hiciese. En poco llego lo que más ansiaba, ese elixir que inundó mi cara, que se colaba en mi boca, de un sabor indescriptible.
J: - Quedas bautizada, ahora eres mi sumisa.
L: - Gracias Amo.
Sacó un collar de su bolsa, en la cual no había reparado en ningún momento, y me lo colocó. Me ayudo a meter los restos de su semen en mi boca, y así poder saborearlos y tragarlos. Nos tumbamos en la cama.
J: - A partir de ahora, serás obediente. Van a cambiar muchas cosas, voy a moldearte a mi antojo, y tu estarás agradecida por ello. Eres mía.
Olió mi nuca y nos quedamos dormidos...
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