<< COVID-19, ASÍ LO VIVÍ >> UNA CRÓNICA.

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¿Esa tal pandemia, sí llegará a Colombia?

Esa era la pregunta que, por aquellos días de enero, más me hacían mis amigos y mi familia.

Siempre recibían la misma respuesta: Creo que la pregunta correcta debe ser ¿cuándo llegará?

No había razones para creer que la Covid-19 no se diera una vueltica por esta bella tierra. Tampoco había razones para creer que el virus no nos tocaría, teniendo en cuenta el inevitable contacto con él en alguna esquina, en algún camino tramposo, en cualquier callejón; por muchas precauciones que se tomen, la posibilidad de contagio siempre será alta.

 

Primero, mi hijo mayor, enseguida el menor y yo, y a los pocos días, “la dama” (mi palenquerita), todos contagiados.

En los primeros días del mes de julio presenté una serie de signos y síntomas que consideré típicos de una gripa estacional, común en la sabana de Bogotá por esa época. De hecho, cada día veía entre tres y cuatro pacientes con cuadros similares, los cuales evolucionaban satisfactoriamente en dos o tres días.

 

Empecé a preocuparme cuando después de superar el cuadro clínico inicial, una tarde súbitamente me sentí “con el cuerpo disgustado”, con fiebre y escalofríos.

Imagínense al forzudo y contrahecho Hefestos, con su martillo de cien kilos, dando golpes intensos y cadenciosos en mi cabeza, a eso; súmenle un par de pájaros carpinteros, de esos de plumaje negro por debajo y jabao por encima y un elegante y gracioso penacho de color rojo en el cuello y en la cabeza, picoteando mis globos oculares con la intención de sacarlos de sus órbitas.

 

Un ejército de marianicas subía y bajaba por la boca y la garganta dejando mucho picor y llevándose toda la humedad de mi lengua, dejándola tan seca como un amero. En el pecho, no una dificultad franca para respirar, sino; como si alguien con una pluma de periquito hachero, hurgara detrás de mi esternón.

 

Se fue el apetito, se fueron las ganas de realizar actividades físicas y, un síntoma que aún no he visto descrito: el deseo de buscar camorra, de pelear, de discutir por todo, de culpar a alguien por algo que ni yo mismo sabía qué era. Parece que el virus afecta a la bacanería.

 

El abdomen permanecía ligeramente distendido, la orina era espumosa, de color ámbar, olor dulzón, como a zumo de gulupa; parecía candela líquida brotando por la uretra. Un examen reveló que esta era normal; no así una prueba de sangre que resultó positiva para COVID-19. Para ese momento ya mis hijos estaban asintomáticos, pero la dama y yo, seguíamos presentando episodios de fiebre, escalofríos, adinamia, tos e inapetencia.

 

La ciencia no tiene aún la certeza de como manejar con éxito esta enfermedad, entonces, tocó echar mano de los remedios caseros, de la medicina ancestral. Mi casa se llenó de monte. Hojas de matarratón, pencas y frutillas secas de guásimo, ramas y hojas de eucalipto, matas completas de malva, rizomas de jengibre, cogollitos de limón, flores de naranjo (azahar), hojas de chocolatillo.

 

Tres veces al día, tomaba infusiones de todo tipo, hacía gárgaras de sal vigua cada dos horas, vaporizaciones de agua salada a media mañana, después del baño; fricciones de mentol en el pecho y, empecé a usar una golilla para dormir.

 

Todos los que se enteraron de mi enfermedad (médicos, teguas, curanderos, amigos y tías) tuvieron consejos para mí; que el baño en batea, que los supositorios de flores de verbena machacadas, que los enemas de ají chivato, que el jugo de matimbá (gallina gorda), que los emplastos de caléndula y los parches de caraña.

Rosario a las tres, misa en la televisión a las cuatro, ejercicios de yoga a las siete, calentillo (como el de los velorios en el caribe colombiano), antes de acostarme.

Seguí y puse en práctica todos los consejos y recomendaciones que me dieron, menos lo del ají, ya que tengo antecedentes familiares de Colitis Ulcerativa Crónica.

 

Hasta el día de hoy, ninguno ha requerido atención hospitalaria y espero por supuesto que la evolución siga siendo satisfactoria.

Ya puedo darles un abrazo. Estoy (—), pero positivo. 

 

 

 


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