Una triste puñeta.
Parado en el baño,
los pantalones abajo,
sosteniendo el tanque con una mano.
Y la verga con la otra.
Una erección flácida,
como no
queriendo,
como una puerta entrecerrada,
como la vida...
Mi vida.
Ni bien, ni mal.
A medias, sin terminar.
Si no me crees, mírate.
No acabaste tus proyectos,
tu escuela, tu negocio.
Pero ahí sigues.
Excitado, o al menos eso quieres creer.
Te esfuerzas a toda costa.
Te imaginas toda clase de situaciones,
toda clase de mujeres,
e incluso toda clase de posiciones.
Y nada. No llega.
Así también en tu vida.
Ya te imaginaste de todas
las maneras posibles.
Ya viviste infinidad de vidas.
En tu cabeza...
Pero no ha llegado tu recompensa.
Igual no te preocupes, no pasa
nada.
Sigue intentando.
Así te enseñaron.
Jala, piensa.
Recuerda.
Recuérdala a ella,
que te hacía sentir tan bien,
tan completo.
Pleno.
¡Esfuérzate más, haz tu mejor intento!
¡Da lo mejor de ti!
Como tus padres te decían.
Y como ella también decía...
Y al fin lo lograste.
Tienes una casa, una familia,
una cuenta bancaria.
Pero no era lo que esperaste.
Parado en el baño,
los pantalones abajo,
sosteniendo el tanque con una mano.
Y la verga con la otra.
Ya viene.
Jala más rápido.
Déjalo llegar.
Déjate llevar.
Ya.
Eso era todo.
Unas pequeñas gotas de semen.
Un orgasmo diminuto.
Jodido. Triste.
Como ella, o como tu negocio,
o como tu escuela.
Como tú. Como la vida.
Mejor sigue
tomando,
sigue excitado,
sigue pensando.
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