Denunciar relato
Había pasado más de dos décadas sin verlas.
Llegaron un día jueves a mediodía sin previo aviso. No tocaron la puerta. No pidieron permiso para entrar. Aparecieron violentamente.
Durante horas no pude lidiar con ellas. Apenas podía hablar y respiraba con dificultad.
El problema era que sólo yo las veía y aún así no pude controlarlas.
No hicieron gran daño aparente ni mucho ruido. No se quedaron mucho tiempo.
Sin embargo al irse me dejaron agotada, con una sensación de libertad y al mismo tiempo de arrepentimiento.
-Deberías haberlo previsto - me dijo alguien- las emociones no se pueden encerrar eternamente
Quedé pensando aquello pero ya no podía hacer nada.
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