Mama, dejame a mi I

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-Mamá, por favor, déjame descansar, déjame hacer a mi forma, déjame disfrutar. - Le ruego.

-No Maria, tu no sabes. La forma de triunfar en esta vida es el trabajo duro y el esfuerzo y no dejar ver que duele, la forma es estar siempre en forma, luchando, demostrando y con la cara preparada para los sopapos de la vida, venga, repite, otra vez y desde el principio. - Me contesta.

Las lágrimas corren por mi cara, mis pies están doloridos, tengo un dedo roto y todo mi cuerpo está tenso y pidiendo descansar. Estoy llena de sudor, y sucia, estoy entrenando la representación para la competición de ballet olímpico. Soy la principal favorita y eso solo ha hecho que la presión suba, eso solo ha hecho que mi madre se tome de forma personal el entrenarme, dice que no quiere que estando tan cerca del triunfo, que lo dejemos pasar, solo por que el entrenamiento no sea suficientemente bueno y adecuado. Lo que me está pareciendo es que ella quiere demostrar al mundo su valía, a costa de mi trabajo duro y se me está haciendo muy duro. Yo quiero que ella sea feliz, yo quiero agradarla, pero me estoy disolviendo en el camino. En ese momento respiro y decido que tengo algo más de compasión y que puedo hacer todo lo que pueda por agradarla.

Pongo la música desde el principio, en este momento, estoy odiando la canción, me la sé de memoria, realmente no la necesito para bailar, la oigo en mi mente a todas horas, taladrándome; realmente, la pongo para obligarme a hacer el baile, para obligarme a hacer la representación, para obligarme a estar presente, lo hago por mi madre, sabiendo que es lo que ella quiere, sabiendo que es la forma de agradarla.

Mi madre se ha comprado un látigo, y cuando ve que el movimiento o la ejecución no es perfecta, me lo señala chasqueando el látigo. Yo me siento castigada. Ella dice que es por mi bien, ella dice que me está ayudando. Yo creo que usa el látigo para señalar mis errores, sin hacer reflexión de por que me exige tanto a mi. Usa el látigo también para marcar el ritmo y, a la vez , el extremo duro, como palo para rascarse. Yo en el fondo creo que me exige tanto para ocultar su miedo al fracaso como madre. Y por ello, y por ella, por mi amor infinito, se lo permito, por ella sigo con la representación como ella la visualiza, con el entrenamiento como ella considera, por ella, sigo intentando seguir las normas, ser perfecta o al menos, ser lo que ella considera perfecta.

Respiro y ejecuto la representación, soy un robot, no soy una bailarina, no estoy fluyendo, solo ejecuto los pasos aprendidos. Mi madre sacude la cabeza negando, sabe que puedo dar más y cree que vigilando y añadiendo tensión es la forma de ayudarme, me marca el paso con el látigo, me marca los fallos también. Todo lo que oigo es como debiera ejecutar, como mejorar, cuanto más puedo esforzarme. Mi madre me desaprueba y está satisfecha consigo misma. Ella opina que me está enseñando ahora el camino correcto, no como esos otros profesores que he tenido antes y que no me han ayudado realmente a llegar donde estoy, ella cree que el camino es el del esfuerzo duro y las lágrimas malamente contenidas, y es el camino que me obliga a recorrer, es el camino, por que que piedra a piedra, me lleva, a golpe de látigo.

Suena el teléfono, es para otra entrevista. Ahora las entrevistas me dan pánico. Antes, las entrevistas, eran otro momento mío de brillar, de jugar con los comentaristas, con los cámaras e incluso con las familias en casa. Yo antes jugaba amar extravagantemente, cada vez que interactuaba con alguien trataba de hacerles ver cómo les veía yo con mis ojos, les daba las gracias por las cosas que veía especiales en ellos. Ahora estoy aburrida, antes me gustaba hablar con todo el mundo y la prensa era la herramienta para llegar a más y más gente. Antes me gustaba quién era yo, ahora no me gusto, porque ya no soy bailarina, ahora soy robot, ahora tengo las respuestas tipo, para ser perfecta, para seguir la norma. Los robots no tienen emociones, los robots no sienten, los robots no conectan, los robots solo ejecutan. Le miro a mi madre y ella me dice:

-Con esa cara triste, sucia y mustia no vas a hablar con la prensa, ¡yo me encargo! Dice, tú sigue desde el principio, una y otra vez. Dice, mientras se va satisfecha de su papel de maestra y guía.

Me siento en el suelo, apago la música, y miro por la ventana. Fuera, hace un día estupendo, dentro de mí hay una tormenta. Ya sé como son esas entrevistas y todo lo que le gusta a mi madre hablar. Sé que tengo para al menos tres horas, es un programa de actualidad de la televisión donde hablan de las últimas novedades especialmente de la vida en sociedad. Suspiro, yo solo quiero salir corriendo, yo solo quiero escapar, yo solo quiero esconderme. Que opuesta a la persona que era antes, siempre con una sonrisa fácil y contagiosa.

Me siento, me hago un ovillo y lloro, dejo que las lágrimas salgan, dejo que las lágrimas corran por mi cara, dejo que las emociones se liberen, soy libre, elijo el color de mis barrotes, pienso recordando la canción. Sigo llorando, mi respiración es superficial, me duele la tripa de toda la tensión, me estoy mareando, estoy llena de rabia, por quien soy, por quien me he convertido. En ese momento me acuerdo, las lágrimas son la solución salina del cuerpo, las lágrimas sanan, y poco en ese momento me veo en el espejo, me veo como la versión desmejorada de mi misma y me doy pena a mi misma.  

Elijo mirar por la ventana, para no verme y veo un petirrojo que me mira desde fuera, realmente me está observando y me gusta, siento su cariño y poco a poco me voy calmando. Dejo que las lágrimas fluyan, respiro cada vez más calmada, sigo mirando al petirrojo y me acuerdo de quién soy y de por qué estoy ahí.

Yo soy bailarina, yo soy deportista y sobretodo una gamberra transgresora, amo la música, amo el baile, amo los disfraces y los juegos. Cuando fui nominada como representante de mi país para las olimpiadas, yo pretendía hacer una representación acorde con quién soy yo, una representación que cumpliera las normas, y a la vez rompiera todos los moldes. Tanto la ropa como el maquillaje y hasta mis zapatillas iban a seguir la normativa de una forma impecable y a la vez expresara quien soy yo, una excelente bailarina gamberra a la que le encanta romper las normas desde dentro.


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